Un poco para hacer catarsis, otro para curar heridas, pero más que nada para transmitir un mensaje de esperanza para quienes pasaron por una situación de violencia familiar y vivieron en la pobreza, es que el exintendente de San Pedro Daniel Raúl González (67) logró publicar su primer libro “Ciclos de vida”.
Dijo que “este trabajo es una autobiografía, pero, más que nada, es un mensaje principalmente para las personas que pasaron por hechos de violencia familiar. El hecho de vivir solo sin depender de nadie, te hace luchar cada día para ver si podés superarte a pesar de todos los impedimentos. Siempre digo que cuando uno es un perro callejero aprende mucho de la escuela de la vida, aprende también a valorar la libertad y lo poco que tenés, cuando no tenes nada”.
Sostuvo que, a pesar de todo eso, pudo estudiar, aunque no “logré continuar con estudios universitarios ni terciarios porque no tenía un respaldo, estaba solo. Gracias a Dios pude conocer a algunas personas de las que uno saca lo bueno, desechando lo malo, y así fue aprendiendo”.
Con 14 o 15 años conoció a un ingeniero que le enseñó a jugar al ajedrez, lo que lo llevó a participar de un campeonato nacional, en 1973, en Córdoba. “Llegué hasta el segundo tablero nacional, pero fui dejando con el correr del tiempo”, contó, quien siempre quiso ser abogado y no descarta empezar la carrera próximamente.
Sobrevivir a la lucha
Al referirse a “Ciclos de vida”, el autor, nacido en San Javier, aseguró que narra su vida. “Relato todo lo que pasé y cómo transcurrió mi infancia, que fue bastante difícil. Cuando papá se separó de mamá, tenía cinco años y en la repartija tocó quedarme con papá. Los otros hermanos quedaron con mamá. Papá decidió venir a San Pedro, pero antes me dejó en la chacra a orillas del río Uruguay, en San Javier, donde estuve solo casi dos semanas hasta que volvió a buscarme. Me llevó a San Pedro donde empezó mi lucha porque si bien vivía con él, a veces aparecía alguna madrastra, a veces me quedaba en casa de una tía”, expresó.
Después de los 11 años empezó una nueva etapa “por mi cuenta, trabajando, estudiando, nunca saqué de foco estudiar porque para mí era fundamental. Papá siempre me decía: no sos nadie, nunca va a ser llegar a ser alguien, sos criado sin respaldo, sin educación, no tenes mamá, cosas que duelen. A eso había que sumar la continua violencia y otras cosas que pasaban en casa. Cada día que transcurría era como sobrevivir a una lucha. Eso es lo que cuento, una historia bastante difícil, pero era la realidad, una realidad que los que vienen adelante no tienen que olvidar”.
El 20 de julio de 2024 se cumplieron 30 años de la Primera Cabalgata Internacional de la Cultura Gaucha. La comitiva brasileña que visitó San Pedro en esta ocasión estuvo integrada por: Amauri Carvalho Salles, coordinador de la cabalgata; Vilson Trevisan, intendente de São Miguel Do Oeste; Edenilson Zanardi: viceintendente; Carlos Agostini: concejal de São Miguel Do Oeste; Chico Salles: concejal de Bandeirante, y João Carlos Valar, ex jefe comunal de São Miguel Do Oeste.
González, que fue el primer intendente radical de San Pedro, no tiene vergüenza de explicar lo que pasó “porque es un hecho que me tocó vivir, pero que les toca a muchos. Hasta hoy escucho noticias de chicos de cuatro o cinco años que son víctimas de la violencia familiar, que se mueren. A veces me pregunto ¿de qué sirvió?, ¿qué pasó?, ¿qué hicimos? Si en plena modernidad seguimos con eso, imagínense lo que fue en mi época”, lamentó.
Contó que, en su caso, es el hermano que une tres familias porque estaba “la mía propia, y después papá formó otras dos familias. Soy el único que trascendió al grupo de los 14 hermanos de tres parejas”.
A los 18 años pudo reencontrarse con su mamá, Elsa Chagas, en San Javier. “Era difícil hacerlo antes porque siempre estaba la esclavización. Y en mis oídos retumbaba el ‘no sos nadie’, ‘adónde vas a ir’, ‘si te vas, te voy a meter preso’, ‘me tenés que pedir permiso’, porque actuaba como si fuera mi dueño. Al cumplir los 18 fue como que se rompió una cadena. Como cuando abrís la jaula de un pájaro y lo largas. Ahí empezó otra etapa de vida”, agregó el padre de Daniela, Javier, Mauro y Gabriel.
Cuando viajó a La Dulce, había terminado el segundo año del bachillerato en San Pedro y volvió a ver a su mamá, después que los presentara un taxista. Hizo tercero, cuarto y quinto año en la Escuela de Comercio de San Javier, hasta terminar el secundario.
“No podía seguir ninguna carrera porque no tenía quien me auxilie, entonces vuelvo a San Pedro y empiezo a trabajar. Empiezo con la oficina, a dar clases, trabajé en un establecimiento maderero y empecé a salir adelante. Desde los 11 y hasta los 18, trabajé como changarín en un aserradero, haciendo de todo, fabricando carrocerías de camión, aprendí el oficio de carpintero, ser idóneo con la madera para medir, para acomodarlas y me sirvió después para la actividad en la que luego me desempeñé”, continuó quien también tiene avanzados los escritos sobre la historia de Tobuna, que en breve cumplirá cien años.
Luego estuvo casi 18 años trabajando como gestor porque “tengo registro de mandatario del automotor, trabajé en gestoría, hice contabilidad moderna, entonces es como que los documentos me saturan. Cuando dejé la oficina me ocupé de la Municipalidad y cuando salí quise elegir otra vida. A la política me dediqué solamente cuatro años, lo que duró la gestión al frente de la comuna. Desde 1977 a 1983 di clases de contabilidad, dactilografía y derecho comercial en el Instituto San Francisco en San Pedro”.
Llegar a la intendencia
Según González, que rigió los destinos de la Capital de las Araucarias entre 1991 y 1995, el propósito “nació por la fuerza de voluntad. A través de mi oficina empecé a contactarme con mucha gente. Había días en los que tenía 40 o 50 personas para atender, tuvieran o no dinero. Siempre fui solidario, pero no porque alguien me dijo, sino porque me nació desde adentro. Y como no había medio de transporte a las colonias, muchas veces se quedaban y dormían en la oficina. Como muchas mujeres que venían a hacer trámites con los chicos, no tenían ni para comer, ni para remedios, les facilitaba. Ese era el espíritu”.
En 1983 lo contactaron pastores de una iglesia evangélica de Buenos Aires y al poco tiempo aparecieron con dos furgones grandes repletos de medicamentos. “Me dijeron, que me encargaban el reparto. Y así fue hasta que ingresé a la Municipalidad y, quizás por un tiempo más, mi casa era como una farmacia, pero no para la venta, sino que se entregaba a las personas de forma gratuita porque el hospital carecía de remedios. Cuando podía les entregaba una lata de leche, algo para llevar a la casa, o una bolsita con útiles para los chicos. En 1987 conseguí útiles y los repartí en todas las escuelas del municipio”, describió.
González redacta manuscritos que luego vuelca a otro papel a través de su máquina de escribir a la que llama “tartamuda” y para la que cuesta conseguir cinta. “Me concentro cuando escucho el ruido de las teclas. Aprendí hacer contratos, notas, a solucionar conflictos. Mi oficina de San Pedro era como un centro de atención porque ante cualquier problema acudían a lo de ‘Pica Pau’, mi apodo de grande. De chico era ‘Tico tico’”.
Había un grupo de jóvenes que trabajaba de forma paralela al Partido Radical, que era donde militaba, aunque no de manera activa. Con ellos, se ocupaba de la asistencia social, de estar con la gente, de visitarla, de ir a las escuelas para llevar útiles cuando empezaban las clases y a mediados de año. “Siempre estaba latente esa parte solidaria pero nunca pensaba en un cargo o hacerlo a cambio de algo. Para mí era una satisfacción ver lo que lográbamos”.
Así fueron trabajando hasta que 40 días antes de las elecciones, cuando estaban cerrando las listas, le preguntaron si iba a ser candidato, a pesar que con la Ley de Lemas abundaban las listas. “Tenía múltiples invitaciones, incluso ofertas de los peronistas, pero me mantuve firme junto a los radicales y cuando me postulo, lo hago sin mucho ruido, sin mucha campaña”.
Entre otras cosas, durante su gestión logró conseguir que se autorice la primera plantación de yerba mate en el municipio. Primero fue un cupo para cinco hectáreas y, luego, cuando Julio Humada era gobernador, se pasó a diez. “Ahora San Pedro es una potencia yerbatera, pero fue una sola lucha. Cuando hay que luchar, cuando hay que enfrentar, cuando hay que pelear por algo, te quedas solo y en política hay algo muy difícil, que es enfrentar a los grandes y convencerlos con los argumentos. Y yo tenía un argumento muy fuerte que era la libertad. Pude solucionar temas muy complicados para el pueblo, y eso me llena de orgullo y es un legado”.
A quienes pensaban lo contrario, González les llevó y les mostró la semilla porque entiende que San Pedro es el único productor de semillas y quizás sea el único lugar del planeta que todavía tenga yerba mate silvestre. “Podía demostrarlo porque tenía el historial de las troperas de 1929 y 1930. Si hay algo que me dejó mi viejo, nacido en la zona de Bernardo de Irigoyen, fue su historia. Con nueve años, montaba el lomo de una yegua madrina que iba con el cencerro adelante de más de 200 mulas que llevaban mercadería. Se instalaban en el arroyo Liso, de San Pedro, y ahí se armaban los famosos ‘caricho’, que ahora ya no se usan, donde se secaba la yerba y se molía con el pilón de madera y se llevaba al puerto de Montecarlo, desde donde seguía viaje a Buenos Aires. Después hacían al revés, y llevaban a San Pablo. Quien me podía decir que San Pedro no era apto. Ese es un legado muy importante”.
El sueño de Paso Rosales
En 1992 elaboró un proyecto para la primera Expo San Pedro, que fue una gran exposición cultural, deportiva, agroindustrial, tratando de fortalecer los vínculos con Brasil. Se invitó a una delegación de Paraíso, distante a poco más de dos kilómetros de la frontera, y de la ciudad de São Miguel Do Oeste, que queda a unos 30 kilómetros. El objetivo final era poner en marcha el Puente Internacional Comandante Rosales -en esa época se llamaba puente Pepirí porque atraviesa el río Pepirí Guazú- que tenía unas bases y faltaba terminar.
En esa reunión, de la que participaron muchos comerciantes de São Miguel Do Oeste, “decidimos entre los tres municipios levantar el viaducto por cuenta de nuestras comunas. Así, São Miguel Do Oeste junto a la Cámara de Industria y Comercio iban a aportar el material necesario. Paraíso se ocuparía de la logística, comida y algo de combustible, mientras que San Pedro aportaba el personal y la maquinaria. De esa manera hicimos el puente cuya obra terminó en 1994, sin la ayuda Vialidad Nacional, Provincial ni del Gobierno argentino” pero resultó ser algo “muy bueno porque era el sueño de todo sampedrino, principalmente, para tener una conexión con Brasil”.
Desde esa oportunidad, quedó esa unión entre comerciantes, entre esa gente de Brasil y gente de San Pedro. Y estaba la Cabalgata de la Cultura Gaúcha que, del otro lado, se destaca por la unión y el trabajo que hacen por la cultura.
De este lado, “no teníamos nada. Pidieron para hacer una cabalgata desde São Miguel Do Oeste hasta San Pedro, que son unos 80 kilómetros. No podíamos conseguir los permisos escritos, solo verbales, pero pese a eso, ellos empezaron la cabalgata que les llevó todo el día para hacer la mitad del trayecto hasta el arroyo San Juan. Quedaron en una chacra. Fue un grupo de Gendarmería Nacional y trató que vuelvan a Brasil, cuestionando el permiso. Pero por la noche, siguieron y llegaron a San Pedro. Eran como 50 jinetes, entre ellos, el intendente de São Miguel Do Oeste. Me fueron a ver y aún inexperto en esas cosas, apoyé la cultura. Era digno de destacar y algo que dejaba un margen de posibilidad que crezca el tema de la cabalgata y la unión en lo cultural con San Pedro”.
González se puso al frente y contra todo pronóstico consiguió los permisos y por eso “me hicieron el homenaje al cumplirse 30 años de esta gesta, porque no los abandoné, me puse al frente y asumí la responsabilidad como intendente, como debe ser, sin tener que pedir permiso a nadie. El homenaje fue algo que me emocionó mucho. Esa cabalgata se sigue haciendo, y de nuestro lado, en San Pedro, en Fracrán, en San Vicente, abundan los grupos tradicionalistas que se unen. Es algo que culturalmente hay que rescatar, fomentar y apoyar”, declaró quien ama la escritura y, de hecho, “los grandes proyectos para San Pedro los elaboraba de noche, cuando estaba solo”.
El maletín
A pesar de ser de extracción radical, González conserva un maletín que “Evita” envió a algunas mujeres de distintas provincias pero que, en 1976, con la llegada del gobierno de facto, “fueron quemados en su gran mayoría”. Solamente algunos se salvaron y el que está en manos del exintendente, es uno de ellos.
Después de ser proclamado ganador de las elecciones, en 1991, una mujer, se abrió paso en medio del público y “se acercó para entregármelo”. Le dijo a González: “Ahora va a estar en manos de un radical”, haciendo alusión al maletín que contiene seis discos en los que el productor, director de cine, actor, guionista y cantor Hugo del Carril interpreta la Marcha Peronista y la Marcha de las Mujeres Peronistas, además de un fascículo con la historia del partido.
“Escuché la Marcha de las Mujeres. Es una reliquia. Para mí fue algo trascendental, fue como una muestra de respeto, y de compromiso de mi parte para guardar algo históricamente muy valioso para el peronismo. Creo que esta pieza no se encuentra en el museo”, contó el exalcalde, y agregó que “no recuerdo el nombre de la mujer, porque salió de entre el público y me lo dio de forma espontánea”.