Del amor, que es un amor que no posee porque para poder amar primero tenemos que amarnos a nosotros mismos, con nuestros aciertos, con nuestros errores, con nuestras imperfecciones.
Amarnos a pesar del dolor de no ser lo que queremos ser para nosotros mismos, comienza con una realidad que luego vamos a poder trasladarla a otros.
Amar nuestra imperfección, amar todo aquello que no podemos ser ni hacer, y aún así amarnos.
Y cuando podemos amarnos a nosotros mismos recién ahí podemos ver al otro tal como es, con sus cosas buenas, con sus cosas malas, con sus imperfecciones, con sus ataduras y limitaciones y animarnos a amarlo sin retener, porque el amor es una vibración que circula constantemente.
Para amarnos a nosotros mismos primero tenemos que conectarnos con ese flujo de amor universal que está disponible para todos.
Imaginémonos ese flujo de amor universal como un río del cual nos desprendemos porque es demasiado grande, demasiado inmenso y no nos atrevemos. Nos da miedo su inmensidad.
Entonces nos desprendemos y vamos tomando de a poquito, sorbitos de él, cuando en realidad quisiéramos tragárnoslo completo. Pero como no podemos tragarlo ni tampoco tomarlos a sorbos, nos apartamos por el gran miedo que nos da el amor.
El amor exige entrega incondicional a ese flujo constante, a ese fluir sin condición, a esa onda que es una fuerza, como dirían en la física cuántica, una fuerza de cohesión que mantiene todo unido.
Ahora bien, si yo solo quiero tomar una parte y quedármela para mí, generalmente lo hago por miedo y eso ya no es amor, es poseer.
Poseo un pedazo de ese amor universal para mí solo y no lo quiero compartir. Poseo un pedazo o una gota de ese río que es para mí solo y no lo quiero compartir.
Y cuando tengo sed creo que me voy a nutrir, pero no, no es así porque además, el amor no es solamente tomar, es dar y compartir, y requiere de un equilibrio entre el dar y el tomar.
Creo que hay una diferencia entre el amar y el querer. Querer podemos querer muchas cosas, incluso materiales, pero el amor, el amor es una energía y tenemos que abrirnos para conectar con ella.
Al abrirnos tenemos que dejar que nos traspase.
Del amor estrecho al amor amplio hay un camino de muchas piedras de dolor.
Las mismas piedras que nos fueron apartando de ese camino central son por las mismas que nos van a llevar nuevamente hacia flujo de amor.
De ese amor estrecho a ese amor amplio.
Vamos a tener que volver a abrirnos y sentirnos vulnerables, sentirnos solos, pequeños, lastimados, heridos, abandonados.
Vamos a tener que volver a ver, ese dolor, esa herida, abrirnos y dejarlos pasar nuevamente, pero sin retener.
Volver a sentirnos vulnerables es abrirnos para que esa energía de amor nos traspase.
La maravilla es que cuando nos traspasa ya es nuestra, le pertenecemos y nos pertenece porque en realidad lo que fuimos haciendo es despojándonos de limitaciones, de creencias, de ataduras que nos mantenían atados y atascados solo en una pequeña parte de nuestra historia, sin ver la inmensidad del todo, del cual también formamos parte.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
Whatsapp 3764-829015