“Recorriendo las páginas” de la Biblia, resulta llamativo y muy maravilloso ver cómo Dios se dio a conocer a la humanidad con un mensaje de amor particularmente rico y expresado de una manera tan amplia y variada.
Utilizó proverbios, analogías, parábolas, acciones vinculadas a cuestiones culturales, entre otras formas, todo con el fin de expresar ese “mensaje de amor” sin acepción de personas y con un “apasionante” nivel de profundidad al que todo el que quiere tiene acceso, porque una vez que se accede, se activa la fe. Es entonces que se genera la oportunidad de la comunión con Dios, además de la oración, en el sentido figurado de “nutrir” nuestras vidas con ese mensaje como alimento espiritual.
En los relatos de los cuatro evangelios vemos a Jesús enseñando a las multitudes y a sus discípulos usando todos los recursos mencionados, llevando el mensaje de amor de Dios desde lo más sencillo a lo más profundo, conforme al nivel de madurez espiritual de las personas que lo escuchaban en distintos y muy variados lugares.
Es muy importante contextualizar que, en tiempo real, ese mensaje a enseñar y compartir sería puesto al alcance de tan diferentes grupos de personas y en un momento histórico de la humanidad en el que el “saber y el conocimiento” prácticamente no admitía una “arista” de vinculación con lo espiritual, sin pasar por lo netamente “religioso”, lo cual era en sí mismo sectario y hasta discriminatorio.
En esta oportunidad estimado lector te comparto una “comparación” que Jesús usó como una enseñanza aparentemente simple, pero al mismo tiempo tan profunda y esencial que es la clave para tener una vida “victoriosa”.
Él dijo “cualquiera que oye mis palabras y las hace le compararé con un hombre prudente que ‘edificó su casa sobre la roca’ y vino lluvia, soplaron vientos, aún vinieron ríos contra aquella casa y no cayó porque estaba fundada sobre la ‘roca’, pero el que oye mis palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la ‘arena’ y vino lluvia, soplaron vientos, aún vinieron ríos contra aquella casa y cayó siendo grande su ruina”.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo se habla de “edificar y construir” tanto en lo natural como en la dimensión espiritual, generando un llamativo contraste que muchas veces no era comprendido por la mayoría de las personas.
Jesús usó una frase: “Destruid este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Pero Jesús no se refería al templo de material, sino a su cuerpo que iría a la cruz y al tercer día resucitaría. Sin embargo, los religiosos no entendieron y se ofendieron. Los textos bíblicos refieren a Jesús como “la roca eterna”. El paralelismo de los cimientos de una casa en la comparación que hizo Jesús es tan amplio y profundo que literalmente “vivir esta verdad de Dios al que la acepta le llevará toda la vida”.
En este tiempo tan especial que vive la humanidad, caracterizado por el consumismo, el materialismo, el libertinaje, la despersonalización de los vínculos y los valores, en el que el fin justifica los medios, es tan común encontrar personas que hablan del “vacío existencial”, factor común que lleva a que todo lo que se intentó edificar se derrumbe.
Permítame una expresión: “La religión no es mala, pero es incompleta”. Lo que Jesús está diciendo y haciendo es un llamado a la “comunión con Dios en la que el dicho popular “haz lo que yo digo, no lo que yo hago” no tenga cabida.
Hacer y poner por obra sus palabras es, justamente, que estemos “unidos a él como un cimiento sobre la roca… que, pase lo que pase, venga lo que venga, permaneceremos y nuestras vidas serán “victoriosas en Dios”.
Advierta que no utilicé la expresión “vidas exitosas” sino “vidas victoriosas en Dios”. El análisis de estas expresiones sería muy extenso tal vez, pero sintéticamente una “vida victoriosa” tiene que ver con “hacer la voluntad de Dios” expresada en su palabra, alcanzando de esa manera sus propósitos eternos para con cada uno de nosotros.
El “éxito” es tan natural como perecedero. Nunca tendrá la capacidad de llenar el “vacío existencial” si es el resultado de una vida “edificada lejos de la voluntad de Dios, es decir, a nuestra manera, sobre la arena y no sobre la roca eterna que es ¡Jesucristo!
Te bendigo y te animo a que edifiques tu vida sobre “la roca” firme y estable que garantiza “victoria eterna”. Nuestro tiempo en Dios siempre es HOY. Ayer ya pasó y mañana es de Dios. HOY es el día que hizo el señor para que nos alegremos y gocemos en Él. Cada nuevo día es una oportunidad de Dios para Todos.