No somos lo que hicimos, no somos lo que dejamos de hacer, no somos nuestros errores, nuestra conducta no es nuestra identidad.
Es cierto que cada cosa que hacemos va construyendo nuestra vida, forjando nuestros hábitos, y originando resultados.
Pero es cierto también, que nosotros tenemos el poder de elegir como actuar, nuestros actos no son nuestra identidad, no es lo mismo SER, que estar actuando de determinada manera.
Cuando atribuimos a todo lo que hemos hecho que no estuvo bien, el carácter de identidad dificulta un posible cambio porque ya hemos determinado que “somos así” en lugar de que “hemos actuado de determinada forma”.
Entender que no es lo mismo conducta que identidad es darnos la oportunidad de SER la persona que elegimos ser.
Es posible que hasta un punto de nuestra vida hayamos actuado de determinada forma, pero si comprendemos que conducta no es identidad, podemos decidir que esa conducta ya no nos seguirá acompañando y que elegiremos una nueva, más positiva y alineada con lo que deseamos ser.
Abrazar este concepto nos ayudará cuando estemos intentando modificar una conducta que ya no nos gusta y los de afuera no crean en nosotros o nos digan que somos de tal o cual manera.
O cuando al intentar cambiar, aparezcan dudas en nuestro interior, que nos hagan sentir que el cambio que queremos lograr no es posible.
El otro día escuché una frase que decía: “Cuando tengas que elegir entre el ganador y el perdedor que llevas dentro, siempre escucha al ganador, no te rindas, no te conformes, no retrocedas”.
El SER se construye día a día, somos libres para elegir, para revisar nuestras creencias y escoger cual nos empodera y cual ya no.
Cada uno es arquitecto de su destino, eligiendo a cada paso como desea vivir. La vida no es un camino recto, hay subidas y bajadas, lo importante es no renunciar a lo que queremos ser y creer en nosotros mismos.
Natalia Moyano
Contadora con corazón de escritora
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