La vecina, aquella del barrio Norte, lo esperará en el portón; el muchacho de las 70, en la vereda sentado con su esposa, mate en mano, no lo verá llegar con el atado de diarios bajo el brazo.
A Liliana, la señora del kiosco, se le ha enfriado el agua, “Nene” no llegará, ya no hará esa “previa” del repartidor de diarios, ella, ya no escuchará: “Yo le llevo”.
¿Cuándo nació, cuántos años tenía? Ya no importa, él siempre fue “Nene”, que sobrevivió a las injusticias, que cuando “caía” no le faltó una mano que lo levantara.
Así era Fernando Gómez, el amigo de todos, porque… ¿quién no recibió su charla y compañía en esa cuadra?, caminando esos 100 metros, en que mutuamente se producía una conexión entre “Nene” y el vecino, cuando preguntaba: “¿todo bien?”, en la cual el caminante, se olvidaba de sus preocupaciones, de su apuro y levantaba la vista, y…entonces ambos… ya no estaban solos.
Los muchachos del barrio seguirán escuchando y pasarán a la historia, sus frases: “¿Qué hacés vago?”, “¡Andá a trabajar!” o (como el Moni Encina) “¡vos dijiiiste!”, o “¡estúupido!” (como “Kelo”), y cuando preguntaba al vecino por algún familiar enfermo, “¿Cómo está?” cuando, quizás, ningún otro lo hacía. Recordarán cuando le preguntaban: “¿Paga o no paga?” Por algún posible cliente… o cuando llamaba a algún vecino con el diminutivo del apodo de su padre: “¡Oh! ¡Cabecita”! o a sus nietas “¡cabecitas!”
“Soy Canillita, gran personaje, con poca guita y muy mal traje; sigo travieso, desfachatado, chusco y travieso, gran descarado; soy vivaracho, y aunque cuentero no mal muchacho. Son mis amigos Pulga y Gorrita, Panchito Pugos, Chumbo y Bolita y con ellos y otros varios. Mañanas y tardes pregonando los diarios cruzo la calle y en cafés y bares le encajo a los marchantes diarios a mares. Soy bueno, soy honrado no soy pillete y para un diario soy un elemento muy necesario”.Parte del guión de la obra teatral Canillita, de Florencio Sánchez, y que inmortalizó la figura del vendedor de diarios callejero.
Así era “Nene” … caminaba por las calles de Garupá, siempre rumbo a algún trabajito, no le tenía “miedo” al laburo. A pesar de contar con una pensión, nunca dejó de ofrecerse para lavar los autos o cuidarlos, de sereno, para levantar cosas pesadas: “Deje, yo la ayudo”, así lo conocieron y así lo recordarán, los vecinos, del nuevo local, que cuando se instalaron, fue el primero que se acercó y empezó a colaborar sin que se lo pidan…
En los últimos tiempos, ya instalado en su casita que la cobijó en sus últimos días, los vecinos, velaban por él: un día dijo: “¡Cómo quiero comer ‘lengua a la vinagreta’” y la vecina le preparó el plato y le dio el gusto que saboreara. En el día de Reyes, también recibió con sorpresa, su obsequio. Como niño, se emocionó, y derramó sus lágrimas frente al pesebre. La familia que, el primero de marzo, el día de su cumpleaños, le sentó a la mesa familiar, regalándole un momento especial para ambos. No olvidaremos ese día que vino “Cristian…” y que la joven vecina… lo acompañó en unos pasos de baile. “Nene”, no faltaba a los eventos y los disfrutaba.
Se lo recordará como un Hijo amoroso de María Auxiliadora, “mamita”, como la llamaba, ahí estuvo en la capilla, ese domingo anterior a su partida, mirándola como si se produjera entre ellos, un diálogo íntimo de miradas “¿Qué se dijeron?
Ese era Fernando, que además del oficio de “canillita”, cumplía muchos roles en su comunidad, y su presencia no pasó desapercibida durante este tiempo terrenal.
¡Gracias “Nene”!
Colaboración: Norma Vicente – Docente jubilada e investigadora de Garupá.