Aunque la fecha exacta es el 21 de marzo, ayer fue la jornada elegida en Posadas para conmemorar el Día Mundial del Síndrome de Down: una efeméride instituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas hace poco más de una década (en diciembre de 2011) para poner de relieve la dignidad y las valiosas contribuciones de las personas con esta condición, causada por un desorden genético y descubierta en 1959.
Más allá de que gran parte de la ciudadanía mundial ha avanzado mucho y se han producido importantes cambios en materia de inclusión, en muchas de las sociedades del planeta aún falta mucho por hacer.
Como en muchos casos de discapacidad física o mental, la clave es un cambio de actitud ante esta condición, y pasar de la compasión pasiva a la empatía activa que conduzca a una transformación social y a una verdadera inclusión de estas personas.
El primer paso es erradicar definitivamente la falsa creencia de que el Síndrome de Down es una enfermedad, sino que se trata de una condición con la que se nace y que amerita brindar oportunidades a quienes nacieron con ella para desarrollarse y mostrar toda su potencialidad.
Si bien, con el correr de los años, se han abierto puertas cerradas hasta hace muy poco y se han creado planes de acción en ámbitos sociales, educativos, culturales y sobre todo deportivos, falta mucho por avanzar en el aspecto laboral, formativo y de contención; para que los pacientes que van creciendo y dejando atrás la etapa de la niñez (en la que están más atendidos y estimulados) no caigan en el desánimo y el desamparo.
También es importante para que el “homenaje” y reconocimiento a las personas con Síndrome de Down no se quede en el 21 de marzo de cada año, sino que sea una vivencia cotidiana todos los días.