Como una continuidad del Gobierno anterior, los datos duros para los argentinos siguen llegando sin pausa. La inflación, ese mal endémico que corroe el tejido social del país, continúa su marcha destructiva acechando a cada vez más familias.
Impulsada por los efectos residuales de la emisión monetaria de la administración de Alberto Fernández, las devaluaciones casi consecutivas que aplicaron Sergio Massa y Luis Caputo, y por la liberalización de precios y los aumentos de tarifas que dispuso el presidente Javier Milei, la escalada de los precios va dejando pobres e indigentes en el camino.
Los contrastes en números son brutales en un país que en los últimos años fue perdiendo calidad en su empleo y empujando a los argentinos hacia el trabajo informal. Un salario mínimo asciende hoy a 202.800 pesos, una jubilación mínima sin bono totalizaría hoy 137.203 pesos. Contra esas cifras, una Canasta Básica Total para una familia tipo asciende a 690.900 pesos. Es decir que ni siquiera tres salarios mínimos, mucho menos tres jubilaciones, alcanzan para zafar de la pobreza.
Ello explica, por ejemplo, el último informe de UNICEF sobre la situación alarmante de millones de niños y niñas en Argentina. Al menos siete de cada diez son pobres y la indigencia se abre paso sin pausa entre cientos de miles. La cifra abarca a cerca de 8,6 millones de menores de 18 años que viven en hogares que no alcanzan el umbral mínimo de ingresos económicos o en entornos donde se ven privados de sus derechos.
También el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), reveló por estas horas un documento preocupante en el que expone que seis de cada diez niños y adolescentes escolarizados en el país son pobres, es decir el 62,9%. La mayor proporción de este grupo la componen los alumnos de escuelas públicas, donde la pobreza alcanza a siete de cada diez (71,6%).
Mientras la macroeconomía celebra la suba de los bonos y las acciones y la estabilidad del mercado cambiario, en la economía real, la que está pagando el ajuste, prevalecen los datos miserables como continuidad del Gobierno anterior. La balanza sigue, claramente, favoreciendo a los mismos.