En el viaje de la vida nos encontramos inmersos en una búsqueda incesante de logros, posesiones y experiencias. Sin embargo hay un punto de liberación, un umbral espiritual donde la verdadera libertad espera ser descubierta. Este punto no está en acumular más sino en apreciar plenamente lo que ya poseemos y comprender que no necesitamos nada más para ser plenos y felices.
A lo largo de nuestra vida nos embarcamos en una búsqueda incesante de satisfacción externa. Ya sea creyendo que nuestra felicidad radica en adquirir más posesiones, alcanzar mayores logros, experimentar nuevas aventuras o lograr que los otros cambien: pareja, hijos, compañeros de trabajo, etc.
En definitiva vivimos desde la creencia que si algo de nuestro exterior cambia se resolverá todo. En ese convencimiento nos perdemos la oportunidad de ampliar la perspectiva para apreciar la perfección de nuestra vida tal como es.
La clave para liberarnos de esta búsqueda infinita radica en cambiar el observador que somos. Mirar desde otro lugar nos habilitará dos cosas: dejar de pensarnos afuera del problema y revisar los mecanismos que usamos a la hora de resolverlos.
En general, usamos mecanismos muy pobres para enfrentar estas situaciones retadoras. Nos comemos las emociones o se las toman con alcohol, hacemos compras, fumar y cualquier otra cosa que tenga que ver con “hacernos sentir mejor”. Este mecanismo es muy caro y al único lugar que nos lleva es a evadir la situación desconectándonos de nuestra alma.
Ahí está el foco rojo, el alerta, ¿cómo hacer entonces para enfocarnos y hacer consciente esa situación retadora como parte de la transformación y evolución, en vez de pensar que nos está pasando algo malo?
Fundamental cambiar el lente con el que miramos la vida, en lugar de seguir pretendiendo evitar los retos porque nos aterra fracasar, aceptarlos y trabajar para superarlos y si fallamos, intentarlo nuevamente.
Cuanto más conectados estemos con lo que el alma necesita, con nuestras sensaciones corporales y con nuestra humanidad más claro tendremos el camino a seguir. No podemos resolver un problema desde el mismo nivel en que se originó. Suspendamos por un momento a nuestra mente hábil, inquieta y rumiante con un espacio de oración, meditación o silencio y animémonos a escuchar al alma que sabe.
Agradezcamos. La gratitud nos conecta con plenitud al presente y nos ayuda a reconocer la abundancia. Seleccionemos nuestros pensamientos. Así como se entrena para un maratón, entrenemos nuestro observador.
La verdadera riqueza no se encuentra afuera “cuando me reciba….”, “cuando X cambie”, “cuando gane …”, sino en la apreciación interna de lo que somos y de lo que ya tenemos.
Al llegar a este punto, la percepción de nuestras necesidades cambia. Dejamos de necesitar más para ser felices y comenzamos a elegir conscientemente apreciar lo que ya está presente liberándonos de la esclavitud del deseo constante.
Este punto de liberación no solo transforma nuestra relación con el mundo sino que nos permite experimentar la alegría auténtica que surge de la paz interior.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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