Hace 25 años, la Policía de Oberá se mantuvo en jaque durante varios meses a causa de lo que parecía una “leyenda urbana” pero que era una cruda realidad, aunque “adulterada” por la mente infantil.
A fines de 1998, comenzó a circular el rumor de que en el barrio Villa Torneus andaba un “monstruo” que aparecía “de vez en cuando”. Los pobladores’ de la zona no le dieron mucha entidad y lo atribuyeron a fantasías de los niños, alimentada por el exceso de televisión.
Incluso algunos periodistas locales se acercaran al barrio a constatar las denuncias. La mayoría salió convencido de que no era más que un “cuento de chicos”.
Pero eran tan insistentes las versiones sobre la existencia de seres extraños con apariencia monstruosa, que la Policía fue al barrio, pero no encontró ningún elemento que delatara la presencia de un engendro. Sin embargo los chicos de Villa Torneus insistían en que vieron al “monstruo” y un par de vecinos confirmaron su relato, aunque después callaron seguramente por temor al ridículo.
“Casi todos los días aparecía un bicho que saltaba rápidamente por las ramas de los árboles“, contó uno de ellos en base a lo que decían los chicos.
Incluso, en charlas entre pobladores de la zona, se llegó a hablar de que “se llevaba criaturas” y que “prefería a las mujeres, si eran jóvenes y hermosas mejor”.
Finalmente, el misterio fue develado por la Policía después de meses en jaque por los verdaderos protagonistas de esta historia: el “monstruo de Villa Torneus” eran en realidad dos audaces ladrones que usaban máscaras de gorila para escapar tras sus “golpes” y mantener a salvo su identidad y escondite.
Los dos avezados delincuentes fueron apresados finalmente en marzo de 1999, cuando ya habían cometido alrededor de 20 hechos de robos y hurto y cuando sus andanzas empezaban a transformarse en leyenda en Oberá.
Se trataba de dos muchachos menores de 18 años oriundos de Posadas (uno del barrio Santa Rita y otro del San Jorge), que usaban máscaras de goma con figuras de monstruos para perpetrar sus golpes y escapar. De hecho, una de esas máscaras, la de un gorila, les fue decomisada al momento de la detención. en la zona.
En Oberá se alojaban en casa de la abuela de uno de ellos. Dicha vivienda fue allanada y allí se incautaron bijouterie, electrónicos, prendas de vestir, bolsos, calzados y cámaras fotográficas, todo ello robado.
Daban sus golpes preferentemente de día en viviendas cuyos dueños no se encontraban en ese momento. Usaban dos destornilladores de gran tamaño para forzar las aberturas. Robaban dinero y joyas, preferentemente; pero cuando no encontraban ninguna de las dos, se llevaban cualquier cosa.
Después viajaban a Posadas, donde “reducían” el botín. Las joyas las vendían en Encarnación.