La “frontera caliente” de El Soberbio con Brasil tiene historias de todo tipo. El estrechamiento del río Uruguay se transforma en una verdadera “avenida” para contrabandistas y narcotraficantes, que aprovechan la escasa seguridad de la zona para apuntalar sus negocios.
Por eso la zona ribereña se transforma en un punto de paso y hasta de residencia para muchos de los hombres que comandan esas acciones ilegítimas, que “manchan” la tranquilidad de uno de los municipios más bellos de Misiones.
Hace poco más de una década, uno de ellos era “Araña”, a quien sicarios fueron a buscar el martes 28 de febrero de 2012 para cobrarse un asunto pendiente. Los asesinos a sueldo fueron hasta su casa, le dispararon, incendiaron la casilla y huyeron sin dejar mayores rastros.
El trabajo habría sido perfecto si no fuera porque, en realidad, no fue “Araña” a quien mataron, sino a su inquilino, Juan Carlos Zamovargas (54).
“¿Dónde está la droga? ¿Dónde la dejaste?”, le gritaron los sicarios a Zamovargas cerca de las 23:30 de aquel día. El hombre no sabía de qué le hablaban, pero tampoco tuvo demasiado tiempo para reaccionar: los recién venidos le dispararon y después incendiaron la casa para que no quedaran pistas del crimen.
A las pocas horas, cuando los Bomberos controlaron el fuego, descubrieron el cuerpo carbonizado del inocente changarín.
El hecho ocurrió en una humilde casilla del barrio Unión de El Soberbio que era propiedad de “Araña”, y que Zamovargas alquilaba desde hace poco más de dos semanas por 200 pesos mensuales.
El inmueble estaba enclavado en una zona de casas modestas y -dato no menor- a unos 300 metros del río Uruguay.
Fue un vecino el que escuchó, en la noche del crimen, que los sicarios le pedían “la droga” a Zamovargas. Después, varios habitantes del lugar oyeron un disparo y posteriormente vieron cómo la casa comenzaba a arder. Recién entonces llamaron a la comisaría local.
Hubo vecinos que dijeron haber visto a tres hombres vestidos con ropas oscuras alejarse de la escena a la carrera.
Los peritos no tardaron en hallar los restos carbonizados de la víctima. En el lugar también encontraron una vaina servida calibre .36 de escopeta, con la que los matones habrían ultimado al hombre antes de provocar las llamas.
Con los pocos elementos recabados es que surgió la primera hipótesis: los asesinos a sueldo fueron a matar al dueño de casa, pero se confundieron y liquidaron al inquilino de “Araña”, un brasilero nacionalizado argentino con antecedentes por narcotráfico y otros delitos en el país vecino.
Esa teoría cobró aun más fuerza con el transcurrir de los días, cuando los investigadores confirmaron que Zamovargas no tenía enemigos, vivía solo y recientemente había regresado a El Soberbio desde 25 de Mayo, en donde había trabajado por algún tiempo.
Después del asesinato, los investigadores suponen que los homicidas huyeron de regreso hacia el Brasil, amparándose en la permeable frontera.
Por su parte, “Araña” fue detenido quince días después del crimen junto a otro individuo de origen brasileño. Tenía un revólver calibre .32 y fue detenido por portación ilegal de armas, aunque recuperó la libertad al poco tiempo.
Cuentan los rumores que desde ese momento no se lo vio más por el pueblo. Creen que escapó al poco tiempo ante el temor de que, la próxima vez, los sicarios no se equivocaran de persona.