La situación económica en el país es cada vez más grave, sobre todo para los que menos tienen. Uno de los últimos refugios de contención y alimentación para estas personas son los comedores y merenderos barriales, los cuales no son ajenos a la crisis y deben luchar día a día contra la inflación, el aumento de los alimentos e insumos, además del recorte de recursos de partidas por parte del Gobierno nacional.
En ese contexto, Fabricio Tejerina de la organización Libres del Sur dialogó con FM 89.3 Santa María de las Misiones sobre el contexto en el que se encuentran por estos días los comedores y merenderos barriales de la provincia.
“Desde el año pasado venimos reflejando que se cortaron las ayudas a nivel nacional. Más la suba de la inflación, de los alimentos, no hay recursos para repartir a los más vulnerables y, por otro lado, la gente cada vez necesita más. La situación se agrava cada día”, sintetizó Tejerina, para dar a conocer el contexto actual.
“No alcanza”
Tejerina añadió: “La situación es complicada, vemos que en varios barrios donde había comedores y merenderos se cerraron y los que no cerraron van achicando los días de atención a la gente, ya que la demanda es cada vez más grande”.
En referencia a los que aún funcionan, aclaró que “los recursos son muy pocos, el Gobierno de la provincia nos da algo, pero no alcanza, cada vez van disminuyendo más las partidas, entonces hacemos venta de pastelitos, empanadas para que el plato de comida o el vaso de leche alcance para la mayor cantidad de gente posible”.
También se le consultó con respecto a cómo gestionan los insumos que consiguen o reciben para cocinar todos los días: “Recibimos las ollas centralizadas de la Provincia, cuya calidad es cada vez peor, o recibimos alimentos para uno o dos días con suerte; y a eso tenés que sumarle que la demanda de gente que se acerca es cada vez mayor”.
“Se trata de hacer maravillas con polenta, fideo o arroz”
“Lo que se hace con las chicas de la cocina es hacer maravillas con polenta, fideo o arroz, con lo que hay se trata de cocinar. La situación es extremadamente delicada”, reconoció.
Entretanto, ¿dónde va la gente que se quedó sin un comedor en su barrio? Según Tejerina, “recorren y buscan un lugar donde pedir un plato de comida. Pero cada vez es más complicado poner algo en la olla y hacer alguna comida para estas personas. La gente no está comiendo y te lo dice. Antes comían dos o tres veces por día y ahora solamente una con suerte”.
“Todavía no cerramos ningún merendero, pero tuvimos que achicar las raciones de 6.000 a 6.500 raciones por día -entre almuerzo y merienda- a casi la mitad en enero; y en febrero aún más. Merenderos que abrían toda la semana ahora lo hacen tres o dos veces a lo largo de siete días”, agregó.
La escuela, los abuelos y la ausencia de funcionarios
También reflejó que “el inicio de las clases es muy sensible y marca un termómetro en cuanto a las necesidades ante esta crisis. Es muy doloroso escuchar que los padres digan que no pueden mandar a sus hijos a las escuelas porque no tienen para el guardapolvo, el cuaderno o un zapato. Entonces las condiciones sociales de esa familia van deteriorándose, ya que esos chicos que no van a la escuela, van a changuear, a trabajar o en el peor de los casos toman el camino del delito”.
“La situación es muy complicada” aseguró y agregó que “es muy triste ver a los abuelos cuando se acercan a los comedores, porque no les alcanza para comer con el sueldo que cobran; la gente mayor tiene mucha vergüenza y te cuenta su situación cuando ya se fueron todos, o bien temprano para pedirte que les guardes algo. Es terrible, pero lo peor es que no tengamos funcionarios que estén a la altura de las circunstancias”.