La Cuaresma es un camino que nos libera de las esclavitudes hacia la libertad, llegando a través de la gracia de la fe. Nuestro querido papa Francisco nos invita a vivir este tiempo de conversión, contemplando la fuerza liberadora de nuestro Dios. Entrar en el misterio de la Cuaresma es recorrer “el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida”.
Nos anima a vivir este tiempo con la mirada puesta en la libertad que proviene de Dios mismo, presente en medio de nuestras cruces cotidianas.
En este año 2024, en medio de tantos conflictos bélicos a nivel internacional y las incertidumbres por la crisis económica en nuestra patria, el mensaje del papa Francisco nos invita a llenarnos de esperanza desde la Palabra del libro del Éxodo, donde Dios se revela y comunica la libertad: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Ex 20,2). Nos insta a vivir la verdadera experiencia de la libertad, desde la cercanía de un Dios que nos ama.
Al igual que el pueblo de Dios experimentó momentos de murmuraciones y quejas frente a las adversidades, nos damos cuenta de que cuando nos falta confianza y esperanza en Dios, el desaliento nos invade.
La Cuaresma es un tiempo de gracia, donde la Palabra de Dios nos invita a superar las desolaciones de la vida, confiando en la divina providencia. A pesar de las numerosas realidades ajenas a nosotros que destruyen los sueños de naciones y pueblos enteros, sumiendo a millones de personas en la pobreza y la miseria debido al egoísmo de unos pocos, la Palabra de Dios nos invita a vivir una gran fraternidad que nos lleva al encuentro con el hermano. Nos anima a compartir la fe como Iglesia, adorando a un Dios que nos ama y nos invita a ser familia y comunidad.
Es un tiempo que nos impulsa a seguir adelante, sin detenernos, confiando en el mismo Dios que nos recuerda: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Ex 20,2).
Sin embargo, para avanzar, necesitamos adoptar una mirada contemplativa hacia la vida. Por eso, debemos detenernos para contemplar la fuerza de Dios que nos rodea, estar en comunión con Dios en la oración y con el hermano en la fraternidad. Es un tiempo para profundizar en la oración, en nuestro amor a Dios y en la caridad hacia el hermano.
La verdadera libertad a la que nos invita esta Cuaresma es la de abrazar un corazón fraterno y humano, como nos dice el profeta Ezequiel: “Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 11,9).
Él promete darnos nuevos corazones capaces de amar incondicionalmente y de entregarnos unos por otros, es decir, vivir pequeños gestos de amor fraterno en nuestra cotidianidad. La Cuaresma nos invita a vivir una esperanza renovada a través del encuentro con Jesús en la fe.
La experiencia de la transformación nos impulsa a superar nuestras cruces diarias para encontrarnos con el Dios vivo que constantemente nos brinda aliento y confianza en ese amor que nos sostiene. En esta Cuaresma, que podamos experimentar esa libertad que no condiciona, ya que es fruto de la gracia de la fe y la confianza en Dios.
No permitamos que las distracciones cotidianas nos aparten y nos hagan descuidar nuestra conversión. Que Dios bendiga y fortalezca nuestro camino cuaresmal.