“Una empresa de calzado contrató y envió a un empleado a explorar el potencial mercado de negocios en un país africano. Cuando el nuevo vendedor llegó a la primera ciudad que visitaría, pudo observar que la mayoría de la gente andaba descalza, lo cual lo decepcionó y frustró, por lo que decidió renunciar de inmediato, enviando su renuncia en estos términos: “… imposible vender zapatos, aquí nadie los utiliza, todos andan descalzos”.
La empresa contrató a otro vendedor, quien al llegar a África también pudo observar que la gente en su mayoría no utilizaba zapatos, lo cual representó para él una gran oportunidad, expresando en una correspondencia enviada a su compañía: “… prepárense para producir, porque aquí existe un gran mercado, casi nadie tiene zapatos”.
La importancia científica de ser optimista ha sido objeto de investigación en diversos campos, incluyendo la psicología, la neurociencia y la medicina.
La perspectiva optimista está vinculada a una toma de decisiones más efectiva. Nos permite evaluar situaciones de manera más equilibrada y adoptar enfoques más proactivos para resolver problemas, lo que conduce a resultados más positivos.
Las personas optimistas tienden a experimentar un mayor bienestar mental y más bajos niveles de depresión y ansiedad, así como mayor resiliencia.
En el mismo sentido, hay estudios que dan cuenta que ser optimista estaría relacionado con una mayor longevidad y una menor probabilidad de desarrollar enfermedades crónicas, ya que fortalece el sistema inmunológico.
El optimismo no implica ignorar los desafíos o tener una visión ilusoria de la realidad, sino la capacidad de revisar en qué mitad del vaso nos estamos enfocando.
Ser optimista o pesimista depende de una combinación de factores, algunos de ellos podemos gestionarlos.
La manera en que una persona procesa la información y evalúa situaciones puede influir en su tendencia hacia el optimismo. Es una tarea de observación y autoconocimiento ya que se encuentra condicionado por las experiencias de vida y el entorno social y cultural en el que la persona crece y se desarrolla.
Por ejemplo, las personas con una autoestima más alta y una mayor confianza en sus habilidades tienden a ser más optimistas. La creencia en la capacidad personal para enfrentar desafíos y superar obstáculos es determinante en este sentido.
Lo interesante es que esto puede entrenarse y practicarse. Existen ciertos hábitos como el ejercicio regular, la alimentación saludable y la gestión del estrés que influyen en esta disposición.
Todos podemos aprender y practicar hábitos que fomenten el optimismo, como el pensamiento positivo y la gratitud, es una cuestión de decisión.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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