Nadie puede negar cómo fue que la Argentina llegó a esta crisis económica y financiera. Las responsabilidades de los últimos gobiernos constitucionales es ineludible, con los argumentos que cada frente gobernante puso durante y luego de las gestiones.
Al presidente Javier Milei le toca gobernar con la “herencia” que viene de arrastre de muchos años, lo cual convierte a su figura en clave para romper con tantos desmanejos.
En sus esperados informes de situación, dados desde los primeros minutos posteriores a la asunción en el poder, Milei ha pintado un panorama desolador, duro y difícil de remontar. Solo un negacionista de la realidad podría contradecir el desastre.
Sin embargo, con la finalidad de lograr apoyo popular y político, el Presidente salió a sostener en los medios de comunicación que una inflación del 25,5% era “un éxito tremendo”, dando a entender que pudo haber sido peor, lo cual no se puede descartar en absoluto con el ritmo ascendente que llevan los precios en Argentina.
No es un éxito porque habrá más pobres e indigentes de los largos millones de empobrecidos en los años anteriores. Tampoco por los desempleados que, si con un ingreso no les alcanzaba para que su familia coma todos los días, menos podrá cumplir ese objetivo ahora.
No es exitoso ver que quienes consigan la oportunidad, deban tener que trabajar en dos, tres o más lugares durante todo el día para intentar llegar a fin de mes. Y la lista podría continuar.
Sin duda que los argentinos necesitan de un presidente realista, pero no que roce la burla hacia quienes están más castigados por el pasado y el presente que lo involucra también a Milei como a su Gabinete.