Por: Myrtha Magdalena Moreno (*)
—¿Qué es aquel reflejo que parece una puesta de sol o un amanecer? —preguntó el hombre asombrado.
—No sé. Más parece un incendio lejano.
—Puede ser pero no se escuchan sirenas.
—No, el silencio es total.
—Incluso las sombras están envolviendo todo a nuestro alrededor. Ahora, tampoco se ve nada.
—Y si… como diría el Principito: “No se ve nada. No se oye nada. Y sin embargo algo resplandece en el silencio”.
Siguieron caminando los dos hombres. La bruma se intensificaba, era cada vez más densa. No obstante, la luz rojiza, a lo lejos, seguía refulgiendo. De pronto, se dieron cuenta que estaban en el medio del desierto donde solo se veía la inmensidad del mar amarillo y algo que semejaba un pozo de donde emergía el fuego luminoso.
Temeroso ante lo desconocido y casi mágico, uno de ellos, Bernardo, quiso retroceder para volver a su hogar.
El otro, Javier, lo tomó del brazo tratándolo de cobarde y diciéndole que quizás ese pozo fuera como la cueva de Alí Babá, incluso, tratando de reafirmar su teoría, comparó ese brillo con el que producen el oro y las piedras preciosas.
—No me importa, Javier. Lo que yo quiero es regresar a mi casa donde me esperan mi esposa y mis hijos y, como estoy tardando más de lo acostumbrado, deben estar preocupados.
—Lo que pasa es que tenés miedo. Yo iré hasta allí y, si es lo que pienso, me quedaré con todo lo que pueda. —contestó enérgicamente, casi enojado, dirigiéndose a lo que estaba a la vista, ya mucho más cerca.
Bernardo no quiso abandonar a su amigo pero tampoco acompañarlo en esa absurda aventura. Se sentó sobre un montículo de arena a esperarlo. Pasaron unos minutos hasta que Javier llegó al borde del brocal. Su rostro adquirió los mismos destellos que salían de lo profundo. Inclinó medio cuerpo hacia adentro como para alcanzar lo que creía ver.
Bernardo no sabe si Javier cayó dentro o el pozo lo absorbió. En ese mismo instante, pasmado, atónito vio cómo todo desapareció: pozo, desierto, su amigo… envueltos en una nube-tromba. E inmediatamente se encontró en la puerta de su hogar con la familia feliz al verlo llegar.
Nunca más se supo nada de Javier.