La evidencia es abrumadora y la realidad se impone frente a cualquier cálculo o maniobra discursiva. La pobreza, mal que le pese al Presidente saliente, será su principal herencia, más allá de lo duro que pudieron ser sus cuatro años, “los peores de la humanidad”, de acuerdo a su propia percepción.
Alberto Fernández se va del Gobierno tal y como lo transcurrió desde el tercer año, dando muestras de una brutal desconexión con la realidad y con la sociedad argentina.
Su declive, que comenzó con fuerza con la fiesta de cumpleaños en Olivos durante la pandemia, extravió al Presidente que en su retirada elige cerrar los ojos frente la realidad y alegar sobre lo inexplicable.
Su otra herencia, compartida por caso, será la de haber conducido a su coalición a una derrota histórica.