La vida en la ciudad genera una desconexión de la naturaleza que provoca diversos desórdenes como ansiedad, depresión o estrés. Un modo para reconectarse con la tierra y beneficiarse del intercambio constante de energía es la autoproducción de alimentos en casa.
Según los especialistas, arremangarse y poner las manos en la tierra para producir las frutas, hortalizas y aromáticas que consumiremos tiene numerosos beneficios tanto para la salud como para el ambiente.
La autoproducción de frutas y hortalizas crece en los sectores populares como una herramienta de soberanía y seguridad alimentaria. Mientras tanto, en los sectores medios de la sociedad, existe una
mayor demanda de acceder a una alimentación saludable y, mediante esta tecnología, se puede garantizar la inocuidad y frescura de los productos de la huerta, es decir, sin residuos de pesticidas.
Conectar con la tierra para sanar
Numerosas investigaciones internacionales avalan la premisa de que estar en contacto con la naturaleza para producir los propios alimentos tiene numerosas ventajas como mejorar los hábitos alimenticios y la calidad de vida, reducir la ansiedad y el estrés, mientras se aumenta la biodiversidad y se disminuye la contaminación de las ciudades.
Consumir lo que producimos nos acerca a la naturaleza, nos llena de energía, aumenta el bienestar emocional, nos permite revalorizar la labor de los agricultores y entender el valor nutritivo de los productos frescos y ecológicos que llevamos a nuestros platos.
Los huertos urbanos son una realidad que crece en todas las grandes ciudades del mundo. Cada día son más las iniciativas que transforman el entorno, logran restablecer nuevamente la biodiversidad y mejoran la calidad de vida con un beneficio tanto económico como emocional para los ciudadanos.
Huerta en casa: cómo poner manos a la obra
Para producir las propias frutas, hortalizas y aromáticas todo espacio con buen sol y ventilación es apto tanto en casas como en departamentos. Canteros, caños, envases y macetas, todo espacio vale para animarse a producir alimentos.
En el libro “Mi casa, mi huerta” de Ediciones INTA se detallan las pautas y recomendaciones para
armar una propia huerta urbana.
En primer lugar, la exposición al sol resulta fundamental para el desarrollo de las plantas y se recomienda un mínimo de cuatro horas de luz por día.
Si la huerta diera a calles muy transitadas, es conveniente colocar una barrera verde hecha con cañas o una tela para retener el humo y el polvo ambiental, atenuar el impacto del viento y del excesivo calor en verano.
En segundo lugar, es preciso tener en cuenta la capacidad del contenedor en función del tamaño que alcanza la planta al final de su ciclo. En ese sentido, se aconseja construir un cantero con madera o chapa de un metro de largo y entre 50 y 60 cm de ancho con una profundidad de 40 cm. Estas dimensiones permiten el cultivo de la mayoría de las especies sugeridas.
No obstante, hay mucha imaginación en esto y, además de canteros, pueden utilizarse botellas de plástico, canaletas y caños de desagüe.
En tercer lugar, con relación al sustrato, éste debe ser enriquecido con materia orgánica, lo cual aporta nutrientes a las plantas y mejora la retención de agua, y ser suelto y aireado a fin de evacuar el excedente de riego.
Para mejorar el drenaje, sugirieren colocar una capa de piedras en la base del envase y realizar perforaciones en esta última.
Respecto de las especies que se adaptan, se destacan los cultivos de hoja como lechuga, escarola, perejil, achicoria y acelga y las aromáticas herbáceas (tomillo, menta, orégano, salvia y melisa).
En general, prosperan las plantas con raíces poco profundas, ya sean comestibles u ornamentales.
También se recomienda el empleo de tarimas, pequeños silobolsas, canaletas de zinc y caños de desagüe que pueden ubicarse en forma vertical. Estos últimos se ajustan a las paredes con grampas, se rellenan con sustrato y son sembrados con los plantines.
(Publicado originalmente el 24 de noviembre de 2018 en el suplemento Eco&Agro de PRIMERA EDICIÓN)