La joven de 18 años que decidió contarle a la policía los dos años de acoso directo y virtual, entre otros episodios vinculados a delitos contra la integridad, rompió nuevamente el silencio ayer ante PRIMERA EDICIÓN para ampliar su situación y brindar su perspectiva ante la conmoción generada que, entre otros hechos, provocó dos manifestaciones de apoyo público en la plaza 9 de Julio por parte de docentes, autoridades, bailarinas y alumnas de arte.
Con la reserva de su identidad para preservarla de la revictimización, la hoy estudiante universitaria dialogó sobre su estado de salud física y emocional y su contexto: “Siento que tengo un peso menos encima, estoy un poco estresada por la situación pero me hizo sentir mejor ver que muchas chicas salieron a contar lo mismo. Yo sabía que no era la única pero no me imaginé que fueran tantas y desde hace tantos años. Es una mezcla de sentimientos y emociones pero me siento mucho mejor, más segura”.
Aseguró que “en redes sociales las chicas comenzaron a contarme lo mismo que yo sufrí y también que fueron alumnas de él (el sospechoso), que les mandaba mensajes de noche e insinuando y dando a entender otras cosas. A otras en clase con la excusa de corregir (pasos y posturas de baile) se le iba la mano en los cuerpos de ellas”.
Agregó: “Me contaron casos de 2014. La mayoría de las chicas señalaron que les mandaba mensajes por redes sociales. Yo viví situaciones con él en las que me corría el pelo detrás de la oreja y me acariciaba la cara, me agarraba la mano y me abrazaba más tiempo de lo normal”.
Fue precisa para declarar que no hay espacio para dudar ante estos episodios: “Me daba cuenta de las intenciones, una se da cuenta de eso, no hay confusión. Él hacía eso y me hacía sentir incómoda todo el tiempo porque se sumaban los mensajes a la noche. La incomodidad estaba siempre presente”.
Contó los primeros hechos: “A principio de 2021 comenzó con los mensajes pero con mensajes como que me quería ver crecer y brillar en el baile. Lo más raro comenzó en mayo de 2022 cuando vino un profesor de otro país a dar clases en la academia y yo no podía ir. Entonces le consulté si no había otra posibilidad de tomar la clase y ahí me dijo que sí, pero era de manera particular con este profesor solo y acepté. No hubo problemas pero él (denunciado) se puso celoso y comenzó a pedirme que tomara clases sola con él y ahí me di cuenta de todo”.
“Me sentía muy incómoda pero no lo ignoraba, sonreía, y como no quería dejar esa academia porque era de las más conocidas y él era el único profe, yo trataba de que pasara de largo, preferí no decir nada aunque ya sabía de otras chicas a las que les hacía lo mismo y si le ponían freno comenzaban el maltrato, los retos por como bailaban, etcétera”.
“Lo peor fue el año pasado con los pedidos de clases particulares en su casa. Yo no quería pero también pensaba que a lo mejor me lo pedía como profesor nada más. Sola trataba de convencerme que no me lo pedía con doble sentido u otra finalidad, pero comencé a darme cuenta que era otra la intención a la 1 de la madrugada con mensajes insistentes de ‘dale vení, vení a mi casa’”.
Mensajes y promesas
“Comencé a desesperarme cuando se lo conté a dos personas de la academia. Hasta ese momento no se lo había contado a ningún adulto. Se lo dije a estas dos personas y anoté en mi celular quiénes eran por las dudas después tener en claro quiénes sabían. Todos los días revisaba los chats del grupo (whatsapp e instagram) de la academia y un día comencé a ver que él borraba sus mensajes raros”.
“Justo en esos días me dijo que iba a salir un viaje a los Estados Unidos, a Los Ángeles, para un encuentro de baile a fin de año y si quería ir. Cuando veo que borraba los mensajes me desesperé porque pensé que no me iba a seleccionar para el viaje. Estaba en la escuela (secundaria) y fui a hablar con la preceptora porque me sentía muy mal y ella me condujo con la psicopedagoga y ahí relaté de una sola vez que me sentía acosada y que tenía miedo que me eche de la academia. Me preguntó si mis padres sabían de esto y cuando le dije que no ella me remarcó que ellos debían saberlo. Me sentí muy mal y rompía las notas de citación a mis padres para hablar con ella porque pensaba que iba a perder la academia y mi sueño. Hasta que los llamaron y ellos se enteraron de mi situación. Lloré mucho, un montón”.
“Desde la escuela me dijeron que era deber como institución denunciar lo sucedido y yo hice mucho lío para que no lo denunciaran. Bueno al final con la ayuda de mi madre que me respetó la decisión de que por favor no me sacaran de la academia porque era lo que más deseaba. Mis padres hablaron con las autoridades de la escuela y se pusieron de acuerdo en no denunciar”.
“En el colegio les conté a algunas compañeras y me dijeron que lo que sufría era normal en el mundo de la danza. Y como yo tampoco sabía bien qué hacer y no pude ponerle un límite, salvo que no llegara el punto que cometiera algo peor, aguanté desde septiembre (2022) hasta marzo pasado”.
“Yo lo admiraba, era un súper profe, le tuve mucho respeto pero cuando vi su trato conmigo se me cayó todo. Al principio incluso creía que tenía favoritismo conmigo, pero no tardé en darme cuenta que no era esa su intención”.
“Había niñas de 14 años que también sufrieron esto. Hoy hay chicas que pasaron muchos años y no se animan a contarlo. Otras que quieren denunciar pero solo de manera anónima, es muy difícil cada caso”.
Sobre las manifestaciones de apoyo a su denuncia, resaltó: “Siento que los profesores y las bailarinas que se manifestaron en la plaza 9 de Julio ayer (por el martes) me brindaron apoyo porque comparten que esto no debe ocurrir. Siento que eso también ayuda bastante. No es lindo que no te crean, que te echen la culpa, que te digan ‘vos para qué lo dejaste’, cosas así, duelen mucho”.
Recordó además: “Yo no se lo quería contar a mis padres por temor a que me sacaran de la academia. Incluso sabiendo que lo harían para protegerme, pero yo no quería perder mi sueño de bailar. Pude darme cuenta sola y denunciarlo pero fue muy importante la ayuda del colegio. Él pasó los límites, yo sé lo que es la exigencia, otros profesores lo son de verdad y no se pasan”.
La escuela fue clave
“En la escuela en la materia de Derecho hablamos de los tipos de acosos y ahí entendí muy bien en que muchas de las situaciones coincidían con lo que me estaba pasando y por ello fui a la psicopedagoga y me orientaron un poco más. Después cada persona en que confié lo que estaba pasando me respondían que estaba mal lo que hizo, que él es una persona adulta y yo una menor. No es normal que un profesor te pida que vayas a su casa que nos íbamos a casar. Ningún profesor te dice eso y hablamos de una persona de 43 años”.
“Hace poco comencé a pensar mucho que si seguía callada le iba a pasar lo mismo a otras chicas y eso no quiero, por eso lo denuncié y simplemente conté lo que me pasó, hacer lo correcto, denunciar lo que le hizo un profesor a su alumna. Fui a denunciar sin contar nada, sin adelantarlo a nadie, sola me mandé a la comisaría (De la Mujer Ur-I) y lo hice. Incluso mi mamá se enteró con la noticia en el diario, se me acercó el domingo y me preguntó si había sido yo, le dije que sí y me aceptó, me respetó”.
“Quiero animar a las chicas que todavía sienten miedo y están pensando si denunciarlo o no. Bueno, yo lo hice porque no quería tampoco seguir en el montón de víctimas. Yo tuve mucho miedo y hay algunas que llevan más de diez años callando. Yo junté dos años de evidencias y se pueden revisar y comprobar todo, porque lo guardé además”.