Al ingresar al museo y apreciar en las vitrinas la veintena de trabajos que resumen casi 50 años de trayectoria, es difícil pensar que alguna familia no conserve en casa un disco de vinilo o un CD con el ritmo pegadizo de “Los 4 Ases”. Más aún cuando en los comienzos, los convocaban para animar las fiestas en clubes, salones y casamientos. El mentor de este grupo es Rubén Luis “Rulo” Grabovieski (67), que, entre mate y mate, acordeón en mano, desgrana la historia de la música que lo atrapa, lo nutre y lo apasiona. Si bien Luis, su padre, era músico, acordeonista, su hijo mayor tomó el acordeón recién a los 16 años porque “papá mezquinaba mucho el instrumento. Lo limpiaba con cuidado y cuando ensayaba, todo debía estar en orden, brillando, para presentarse bien, tanto personal como musicalmente”. En la adolescencia, pidió ejecutarlo y, al mismo tiempo, fue a tomar clases con Blanquita Oroño. Después de la primera clase de teoría, la profesora dijo: “Listo por hoy, así que te espero la próxima”. Pero la pregunta surgió espontáneamente: “¿Cómo, y no voy a tocar el acordeón?”. La docente respondió que no, que serían varias clases de teoría, antes de empezar con el instrumento. “Habrá visto mi cara porque me dijo, ‘a ver, abrí el estuche’. Adentro había partituras de papá de temas como La vestido celeste, Desde el alma, Ondas del Danubio, Kilómetro 11. Había partituras de tangos, valses, pasodobles, milongas y rancheras, como Mate amargo. Siempre digo que ese fue el punto de inflexión que ella entendió y que gracias a eso soy músico, porque agarré el instrumento”.
Oroño se sorprendió al ver las partituras y acotó: “‘A ver qué podemos hacer con ellas porque tenemos que empezar de a poco’. Agarré una, que me parecía que era un poquito fácil -La vestido celeste- y digo: ‘en la partitura dice la-do-mi-fa y está acá en el teclado’. Cuando ella me empezó a explicar dónde estaban las teclas, cómo se llamaba cada una, empecé a buscar y el tema empezó a salir”.
“‘Ah, pero ya tocabas el acordeón’, alegó, a lo que respondo: ‘no, nunca toqué nada’. Es como que leyendo la música estaba acá, entonces iba saliendo no solamente con el fraseo, sino al tiempo de lo que era el tema musical”, agregó quien cursó sus estudios en el colegio “San Josafat”, en el colegio “Cristo Rey” y en la Escuela de Comercio 3.
“Rulo” había empezado a estudiar en 1972 o 1973 y le decía a la profesora que “no quería leer a Astor Piazzolla sino escuchar algo de la música nuestra. Tal es así que iba a pedirle a religiosas de la Orden de San Basilio Magno (OSBM) que me den las partituras de las kolomeikas y me decían, que eso no había, que era necesario escribir para que las manden desde Ucrania. De todas esas, creo que habíamos conseguido dos partituras. En realidad, con el tiempo, más que partituras hicimos los temas a oído”, contó.
No recuerda cuánto tiempo asistió a clases, pero cuando ya sabía tocar unos cuantos temas, Antonio Chaikovski vino a pedirle que tocara en el casamiento de su hija, en 1974. Consultado sobre el desempeño en el casamiento, señaló que “fue algo impensado. Dije a Don Antonio, el papá de la novia, que nosotros no éramos músicos, que tocábamos por tocar. Éramos parte del ballet ucraniano “Vesná” (primavera) y cuando terminaban los ensayos, se hacían reuniones amistosas y me decían: ‘vos que tocas el acordeón, vamos a comer algo y haces unos temas’. Entonces, aparte de las kolomeikas y de otros temas de ballet, hacíamos algo de la música regional. El señor habrá visto eso. Ante la insistencia, le confirmamos la asistencia cuando faltaban dos semanas para la fiesta. Para el vals Desde el alma, leía la partitura, ya había aprendido dos partes y me faltaba la tercera”, acotó entre risas el mayor de siete hermanos: Nélida, Ramón Ricardo, Margarita, Mario, Víctor y Pedro.
A la primera actuación asistió junto a su hermano “Cacho”, que también aprendía a tocar el acordeón, y consiguieron uno prestado de un vecino. “La batería la armamos con restos de una batería que tenía mi papá y de otro colega músico. En la batería estuvo Lito Solonezen quien desde alguna estrella hoy nos estará escuchando, guiando y siguiendo. A partir de ahí se incorporó Gerónimo Durán, un vecino que teníamos en la chacra y que tocaba la guitarra. Un tiempo después ingresó el baterista Carlos Yeroncio Herrera, que también ya se fue a otro plano”.
Unos novios que habían asistido al casamiento, pidieron al papá de la joven, poder viajar a Buenos Aires. El hombre contestó que no podían hacerlo si antes no se unían en matrimonio. A las dos semanas, “tocamos en la boda de esa pareja, y enseguida nos propusieron tocar en un baile para juntar fondos para arreglar un puente que comunica con la Sierra de San Juan”. Casi al mismo tiempo, comenzaron a convocarlos desde los salones parroquiales de los alrededores para animar los primeros bailes. El de San José “era chiquitito, adelante tenía otra construcción con salas donde las religiosas daban catequesis y tenían artículos de ornamentación de la Iglesia y de la misma colectividad. El salón ucraniano de Azara era un tinglado al que cubrieron los costados con algunas ponchadas”. También pasaron por el de Apóstoles, al que vieron crecer “con bailes al aire libre y su pista de patín, como parte de la comisión y presidiendo la misma, encarando la remodelación de las instalaciones”.
Asimismo, la Asociación Cultural Ucraniana “27 de Agosto”, de Posadas, les abrió las puertas –como las comunidades ucranianas de distintos puntos de Misiones- y se convirtieron el número principal de la Fiesta Provincial de la Kolomeika, que se realiza en la sede de Perito Moreno 5271. “Puedo decir que ese primer casamiento sirvió para que nos invitaran a otro casamiento, a los bailes y, a partir de ahí, siempre digo que no paramos hasta hoy”, al punto que “Los 4 Ases” son conocidos como “los músicos de los casamientos”. Lo admitió el propio “Rulo”, al mencionar que cuando viaja “mucha gente se acerca para hacerme saber que es de Bonpland, de Picada Galitziana, ustedes tocaron en nuestro casamiento, ustedes estuvieron en tal fiesta, ustedes participaron de tal evento. Puedo confirmar que muchas de las fiestas y de los casamientos de la región tienen que ver con nosotros”.
Acopiando instrumentos
En 1980, Grabovieski visitó la fábrica de acordeones Anconetani, en Buenos Aires. Lo hizo impulsado tras la visita de un músico que tenía un acordeón doble teclado. “Le pregunté si el instrumento era europeo y me respondió que lo había adquirido en Buenos Aires. Fui a la central telefónica y conseguí hablar con los propietarios. Me dijeron que fuera. Al llegar, veo este acordeón en un estante tipo vidriera y me entusiasmé. Me dijeron el acordeón está, pero falta todo el mecanismo interno así que dentro de un año lo podemos entregar. Ah, le dije, entonces, mientras tanto arreglen y afinen el acordeón que era de papá porque queremos preparar un disco que vamos a grabar. Cuando escuchó que vamos a grabar, dijo, si es así, lo completaremos lo antes posible porque cuando usted ejecute ese acordeón doble teclado, otro no va a querer tocar. Y tuvo razón porque, pasaron los años, y tengo en el taller de acordeones muchos instrumentos que utilizan los alumnos, a todos los toco, pero en las fiestas y en los eventos, con el que saco un plus y el que me hace bien, a pesar de su peso y su tamaño, es ese acordeón que tengo desde 1981”, narró el autor del exitoso tema “De la chacra”, emulando su infancia entre la escuela y la visita a la casa de sus abuelos en la colonia Las Tunas, y que conoció a Apóstoles aún sin cordones cuneta, sin asfalto, y sin los actuales barrios. También en 1980 adquirió un teclado, que es monofónico, que, “aunque se aprieten dos teclas suena una sola. Con este teclado grabamos los primeros discos imitando al violín. Había que armar el registro. Por ejemplo, en “Apóstoles ciudad de las flores” armamos con un registro parecido un poco a la trompeta y el otro parecido al violín”, graficó el esposo de Gladis Teresa “Pupi” Michalec y padre de: Ivana, Gabriela y Maximiliano, quienes le regalaron a sus nietos: Alexis, Abril, Pilar y Jano.
En la portada de su primer disco aparece su hermano Ramón Ricardo “Cacho” Grabovieski, en el bandoneón; Oscar “Luchi” Cabral en la guitarra y Gerónimo Durán en el bajo. Ya en el segundo disco estuvo “Pucho” Swiderski tocando la batería. Fueron mutando los músicos, hay otros bajistas, otros guitarristas, otros bateristas y otro tecladista. Por “Los 4 Ases pasaron una cantidad de músicos. El único instrumento que no cambió es el acordeón”, aclaró.
Las vueltas del acordeón de Don Luis
Para recalar en las manos de “Rulo”, el acordeón de su padre efectuó un extenso recorrido. El músico contó que en Apóstoles existía el bar “Central”, propiedad de Alipio Correa Da Rosa -papá del reconocido reportero gráfico Rogelio Correa Da Rosa-, del que Don Luis era asiduo concurrente. “Como el hombre era de Brasil, papá le preguntó si podía traerle un acordeón desde el vecino país, donde se comercializaban las marcas Universal y Todeschini, que todos querían. Es que acá en la región se escuchaba a quienes ejecutaban música con esos acordeones. Alipio lo trajo, mi papá lo tuvo, aprendí a tocar con él y hasta hoy lo tengo porque es un instrumento muy noble, muy grande, muy bueno, muy lindo”. Pero con el paso de los años y por una etiqueta que tenía colocada, pudo reconstruir su historia.
Un día un vecino invitó a “Rulo” a que fuera a su casa con su esposa “porque unos amigos de Brasil nos están visitando y quiero que le demos una serenata. Resulta que eran unos grandes músicos de la vecina orilla y, menos mal, que me enteré después de haber tocado, porque el señor me dice: ¿puedo tocar sua gaita? (había llevado la doble teclado Anconetani)”. Esa noche, el invitado confió que “quería una de esa marca pero de a botones, parecida a la Ernesto Montiel. La cuestión es que nos comunicamos con la fábrica en ese mismo instante y a raíz de eso, un tiempo después, Anconetani mandó el acordeón a este vecino nuestro, para que le entregara al visitante brasilero. Y este brasilero resultó ser Antonio Da Cunha, cuyo nombre estaba grabado en el acordeón que Alipio había traído a papá. Tenía pegadas al instrumento unas letras que suplí por otras que dicen Don Luis”, manifestó, quien tiene en su haber el documental “El viento respira”, realizado por Sergio Acosta, y es amigo de su compoblano “Chango” Spaciuk.
La historia de estos contactos “caminó tanto” que el año pasado en el Festival del Mate y la Amistad, en Gobernador Virasoro, Corrientes, “me encuentro con unos músicos. Después de hablar y de escucharlos en el escenario, me contó que el acordeón que llevaba le había regalado su tío Antonio Da Cuhna. Cuando escucho ese nombre le digo: ¿sabes cómo fue el negocio de ese acordeón?, una noche en Apóstoles, así y así. Son esas lindas vueltas de la vida para un instrumento, de las que puedo dar testimonio”, celebró.
Hay alumnos que a lo mejor no tienen un instrumento y muchas veces consiguen uno roto, o que estaba tirado y “yo les reparo. Y no solamente aprenden, sino que mañana tienen su grupo musical. Al instrumento, cuando se le puede dar un uso, una vida, a partir de una persona el instrumento seguramente cobra una nueva historia”, reflexionó Grabovieski a quien la música llevó a distintas partes del mundo. “Creo que lo más lindo que me ocurrió fuera de la Argentina es que en 2013 me invitaron ir a Ucrania, fue por la música y fue por el baile. Gracias al Ballet Kolomeia, y a Jorge Balanda, de Posadas, integré una delegación muy linda de más de 40 personas entre bailarines y acompañantes”, rememoró, quien en sus presentaciones luce la camisa bordada en punto cruz (vyshyvanka), tradicional de la Nación Cosaca.
Espacio para atesorar la historia
Sin que “Rulo” se diera cuenta, su esposa Gladis “Pupi” Michalec iba guardando en cajas todas las cosas que consideraba de interés para preservar. En una oportunidad, la entonces Directora de Turismo de Apóstoles, Avelina Vizcaychipi, a la que el músico considera su “hija del corazón”, planteó a Grabovieski la necesidad de concretar el Museo de “Los 4 Ases” porque el turista quiere conocerla, al igual que a la casa del “Chango” Spaciuk. Para salir del paso, el protagonista de esta historia respondió que ese tema se debería abordar cuando él ya no estuviera. De todos modos, al pasar, comentó a “Pupi” la inquietud de la joven, a lo que su esposa acotó: “Que venga, vamos a hablar, ya tengo todo organizado”.
Y en tres meses el Museo abrió sus puertas. Se inauguró el 19 de agosto de 2022. Para el cantautor “fue algo impensado”.
A partir de la boda de la pareja, “Pupi” empezó a guardar “todo lo que podía. Cuando hace un año falleció mi suegra, Anastasia Korol, me dieron cosas de su hijo que atesoraba. Por eso mandé a hacer otra vitrina porque en la que estaban ya no cabían los recuerdos. El lugar en sí resulta chico para todas las cosas que tengo para exponer”.
Sostuvo que “fue por una cuestión de guardar la historia porque allá que sea mi esposo, lo valoro mucho como artista. Por eso siempre reclamo que los artistas son poco valorados. En Misiones hay varios que nunca fueron mostrados ni reconocidos, pero, puntualmente, me interesan los de Apóstoles”.
A su entender, al músico hay que reconocerlo y agradecer “porque es una persona que nos da alegría. Rulo, por ejemplo, no solo en Apóstoles, sino en el país, en el mundo, porque con su programa de Facebook llega a todos lados y alegra a muchos corazones. Tiene muchos fans que tienen alguna discapacidad que le tienen adoración. Con su música llega a corazones que a veces necesitan de ese mimo musical. Va a los clubes de Abuelos por amor al arte”.
En la historia en fotos figuran los músicos que integraron “Los 4 Ases” en las distintas, los equipos de música que “se compraba con sacrificio”, el primer bafle, la primera guitarra, los discos, el maletín, la plancha que era de Doña Anastasia y que planchaba sus camisas, las lámparas Petromax o sol de noche que formaron parte de la iluminación del grupo y una “pantalla LED”, que es una tela que recubría el fondo de los escenarios. Hay un espacio para los diplomas y distinciones que recibe de las instituciones, que su compañera de vida iba guardando y encuadrando.
En una de las vitrinas, están las agendas confeccionadas por el mismo artista que “empecé a guardar a partir de 1983. Para eso utilizaba los blogs de carta, pegaba un pequeño almanaque y abajo iba anotando las fechas. De esa manera, tenía un control y evitaba que las presentaciones se superpongan. También están las entradas. En estos 41 años de casados, cuidaba ese detalle porque antes íbamos a porcentaje, entonces en todos los bailes permanecía al ingreso junto a la comisión organizadora, a pesar de la lluvia o el frío. Descontábamos los gastos que implicaba el servicio policial, Sadaic y retiraba el 70% del monto, que se dividía entre los muchachos”, manifestó la profesora de tecnología ya jubilada.