Las elecciones primarias de agosto pasado nos dejan dos claras enseñanzas: que las encuestas lejos están de dar en el clavo cuando la crisis es la que mueve las pasiones; y que siempre hay que dejar espacio para la sorpresa. De cara al domingo que nos convoca, ambas premisas siguen vigentes.
Ya sabemos lo que sucedió, pero vale repasar las evidencias que, con los resultados puestos, son abrumadoras. Hasta horas antes del 13-A el consenso de las consultoras y buena parte de los medios de alcance nacional le daban el primer lugar al tándem de Juntos, donde Bullrich y Rodríguez Larreta se disputaban la candidatura presidencial.
El segundo lugar quedaba reservado para el oficialismo, con un seguro triunfo de Massa sobre Grabois. Y en tercer lugar ubicaban a Milei, única alternativa del espacio libertario. La sorpresa hizo su aparición, un casi triple empate quedó sellado y dejó en silencio los que proyectaban cifras más claras.
Hoy, ya en la recta final hacia el domingo no existe la afirmación en ninguna de las sedes de campaña.
Los candidatos se ven ganadores, claro, es la sabia de la dirigencia, pero quienes trabajan en silencio moviendo las campañas y sondeando el humor social lejos están de arrojar afirmaciones sobre quien terminará celebrando la madrugada del lunes.
Anclados cada uno en su contexto y su preferencia, en cada charla referida a las elecciones existen teorías y vaticinios, pero en el fondo nadie se atreve a garantizar un claro triunfo o un escenario que no sea de incertidumbre tanto para las elecciones como para la Argentina del lunes.
Lo que sí les va quedando claro a cada uno de los candidatos, sobre todo a los tres con más chances de seguir en carrera, es que las señales que ofrezcan a la sociedad la misma noche del domingo serán fundamentales para comenzar a disipar el mar de dudas vigente en el que los argentinos volveremos a elegir.