Aún escuchamos las noticias que hacen referencia a la celebración que, como iglesia, hemos recordado ayer al venerar a San Cayetano, donde miles de fieles manifestaron su fe y confianza en el patrono del pan y del trabajo. Por ello, en el marco de esta gran fiesta, es oportuno reflexionar sobre la gran riqueza espiritual que caracterizó al santo de la Providencia. En medio de la crisis económica y social que atravesamos en nuestra patria, pidamos la intercesión de San Cayetano por el gran milagro del pan y el trabajo, para centenares de familias que viven momentos difíciles en su vida.
Además de resaltar el valor del trabajo, San Cayetano nos invita a ser personas de fe, que confían en Dios. Él nos enseña con su vida, a reflejar el rostro de amor y misericordia que el mundo de hoy necesita. Una mesa compartida en el hogar, con el pan ganado, con nuestro propio trabajo y esfuerzo, nos dignifica como personas y nos ayuda a crecer en la gracia de la fe.
San Cayetano, tuvo una gran confianza en la providencia divina. Con su testimonio de vida nos enseñó acudir a Dios, a través de la oración, ante tantos momentos de necesidades y carencias de la vida. La historia nos relata que un día, San Cayetano se acercó al altar y dio unos pequeños golpes a la puerta del Sagrario, donde estaban las Hostias consagradas, y con mucha confianza le dijo al Señor: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Luego de un momento, unas mulas llegaron con alimentos, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban. La fe incondicional en Dios permite transformar nuestras carencias en abundancia de bendiciones.
La experiencia del trabajo, permite que la persona humana se desarrolle en todas sus dimensiones: corporal, espiritual y social. En medio de tantas adversidades, el Santo del trabajo, nos anima a vivir el valor de la solidaridad, como el buen Samaritano, que estrecha su mano al que más lo necesita, generando así oportunidades de trabajo y vida digna para tantas personas que sufren en nuestra sociedad.
Con su testimonio de vida, nos recuerda que somos peregrinos en esta tierra y nuestra misión es compartir la abundancia de bendiciones que Dios nos regala. San Cayetano, siendo de una familia muy adinerada, confió más en la divina providencia que en sus bienes materiales. En un mundo, donde, cada vez, hay más personas que piensan en su propia comodidad y bienestar, Él nos invita a considerar al hermano que necesita, como centro de nuestras prioridades.
El ejemplo de San Cayetano, nos estimula a emprender un camino de santidad, asumiendo opciones conscientes, ya sea en el trabajo, en la familia, para imitar al mismo Cristo, en su entrega por amor a los demás. Hasta el último momento de su existencia, optó por una vida sencilla, colocando al Cristo presente en el hermano, como centro de su vida. Él es el ejemplo para cada trabajador, que vive la santidad desde su entrega de cada día cualquiera sea la labor que realice.
Que el modelo de santidad de San Cayetano, nos ayude a priorizar “al otro” en nuestra vida de trabajo de cada día, significando cada tarea por encima de una recompensa… logrando así superar la crisis que vivimos como sociedad a nivel de trabajo – donde se promueve: hacer poco y ganar mucho – costumbre que ha traspasado todos los estamentos de nuestra sociedad y que provoca tanto daño.
Que la fe nos ayude a superar los momentos de incertidumbre, desaliento, preocupación que vivimos como habitantes de este rico y generoso país, recordando que solo el trabajo, y el esfuerzo de cada día, nos permitirán realizarnos personalmente y lograr lo que necesitamos para gozar de una vida plena.
Que San Cayetano interceda por nuestra patria Argentina, para que cada uno de sus habitantes pueda tener un trabajo digno, que le permita ganar el pan de cada día con el esfuerzo y compromiso que su trabajo le demande.