En el mundo de la pesca como en el de otros tantos deportes fueron cambiando los tiempos. Hoy día, donde todo es efímero y pasajero, creo que vale la pena resaltar historias que en estos ámbitos fueron el epicentro de amistades que se forjaron a través de los años y nos hacen sentir orgullosos de ser hombres de río.
La historia que les quiero compartir hoy me remonta a una mañana de sábado, a mediados del año 97, cuando concurrí a una casa de pesca en nuestra ciudad para adquirir unos anzuelos y tanzas que me estaban faltando, puesto que estábamos en vísperas de una edición más del Torneo “Cacho” Pérez.
Al ingresar al lugar vi que estaban comprando unas anguilas dos jóvenes a los que no conocía; pero al verme entrar el encargado del lugar nos presentó y les dijo que yo les podría llegar a asesorar sobre las carnadas a utilizar para participar en la competencia, explicándome que se trataba de unos pescadores oriundos de la zona de Eldorado que arribaban a Posadas para pescar por primera vez en estos lares.
Por lo que con el mapa de Rolf de por medio y con una birome les empecé a señalar cuáles eran los remansos y correderas que se destacaban, y también los lugares más propicios para tener una buena pesca.
Al llegar al club, a nuestros nuevos amigos los recibimos con Yuli, Pepe, Roberto, Cacho, Chingo, el Nono y el legendario Rolf. Tras eso, nos pusimos a charlar sobre las distintas especies que se estaban dando últimamente.
Entre risas, en un momento, me preguntaron si le estaba dando realmente la precisa y le respondí que yo le contaba mis experiencias vividas en la zona, pero que el éxito en la competencia dependía pura y exclusivamente de ellos y de esa cuota de suerte que tienen que tener los concursantes que van a sobresalir en la puntuación.
Yo por mi parte veía que ellos tenían lo que hay que tener para hacer buenos concursantes y no le erré.
El domingo arrancó con el arribo de los hermanos paraguayos y demás participantes de todo el ámbito provincial. Ni bien largamos, pude ver que mis nuevos amigos fueron derecho a fondear al lado de la “boya Tacho” en la zona de El Laurel, y de ahí en más los vi moverse por la cancha con mucha solvencia.
Y no le pifié al presagiar que les iba a ir muy bien, puesto que en esa ocasión debutaron con un muy meritorio segundo puesto. Cabe destacar que esta primera experiencia vivida les sirvió para que en el 98 lograran ganar el “Cacho” Pérez.
Ese mismo año el Club Pira Pytá decidió, a través de la conformación de una Comisión Organizadora, ya no solo integrada por miembros de la Subcomisión de Pesca sino también por miembros de la Comisión Directiva del club, afianzar las 20 Horas de Pesca como la Fiesta de la Pesca Variada más grande de la región.
Para ello, apostaron a la difusión del evento y sobre todo a importantes premios a sortearse entre los participantes. También, con el aporte monetario de uno de los mentores de nuestras 20 Horas se adquirió un automóvil cero kilómetro que fue la clave para lograr el récord de 596 pescadores concursando, número que hasta hoy no fue batido.
La convocatoria se realizó con énfasis, promocionándola en todos los eventos pesqueros que se realizaban en Misiones como en otras provincias vecinas.
Así fue que uno de los puntos a ir a promocionar la fiesta, era Eldorado con sus 20 Horas de Pesca y hacia allá fuimos varias embarcaciones.
Pero la grata sorpresa la recibí al llegar con mi amigo Hugo, al ver que -a sabiendas de nuestra llegada- estaba uno de aquellos principiantes del “Cacho” Pérez montado sobre su lancha, esperándonos en la costa.
Al acercarnos, nos dio la bienvenida y nos sugirió que nos embarcáramos para ir a dar una vueltita que no fue tal, pues recorrimos los más de 30 kilómetros de la cancha. Él nos mostró cada pozo y cada corredera de aquel pesquero que para nosotros era totalmente desconocido.
En esa ocasión logramos el subcampeonato, lauro que conseguimos en buena parte, gracias al asesoramiento y buen augurio de nuestros amigos del norte.
A partir de entonces, compartimos innumerables competencias pesqueras y charlas interminables en torno al fogón campamentero. También conformamos equipos con ellos pescando en torneos en las provincias de Santa Fe, Corrientes y Chaco.
Con tantos años compartidos, hoy nos encontramos compitiendo como antaño, pero reafirmando el basamento que nos congrega en este deporte, pues en los ríos de la vida la mejor pesca es la amistad.
Dedicado a mis amigos Billy y Gustavo Garrone.
Por Walter Goncálves