Estamos iniciando un nuevo receso de invierno, tiempo para hacer un alto en la intensa actividad que hemos llevado adelante en este primer semestre. En este tiempo que nos permite hacer un alto, quisiera reflexionar sobre el don de la gratuidad, que seguramente nos ayudará a reconocer tantos dones que Dios nos ha regalado, en este contexto de crisis económica que estamos atravesando como país.
Más de una vez, el mundo materialista en el que estamos inmersos, nos hace creer que lo más valioso en la vida son las cosas que hacemos y no lo que verdaderamente somos como personas. A menudo vivimos preocupados y un tanto angustiados por aquello que aún queda pendiente por lograr en la vida.
Este exceso de preocupación por las cosas que aún no hemos podido lograr, muchas veces es un impedimento para disfrutar las variadas y hermosas oportunidades de la vida.
El primero de los dones que hemos recibido gratuitamente es la misma vida. Es la gracia de Dios y el amor incondicional de nuestros padres que nos ha permitido emprender el camino de la vida en libertad. Encontramos el verdadero sentido a las cosas cuando reconocemos lo valioso que es la vida de cada uno y la importancia de emprender este camino desde la creatividad y la esperanza.
Este receso invernal, es un tiempo especial para contemplar nuestra vida interior y fortalecernos como personas, descubriendo el verdadero valor que somos y de nuestros seres queridos que nos rodean. Si contemplamos nuestra vida, con todos los aciertos y desaciertos, nos daremos cuenta de que lo más valioso no son los bienes que acumulamos, ni los éxitos alcanzados, sino lo que tiene su valor propio, es poder disfrutar las novedades de cada día, junto a nuestros seres queridos. Y cuando reconocemos el don de la gratuidad en la vida, solo podemos vivir con un corazón lleno de agradecimiento ante las innumerables bendiciones y milagros de la vida.
Frente a tantas preocupaciones de nuestra vida cotidiana, la Palabra de Dios nos invita a confiar en nuestro Dios que es fuente de todo don y gratuidad: “No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos…”. (Lc 6, 25-31).
El mismo Jesús nos anima a confiar en el amor y la providencia divina que nunca nos abandona. La vida siempre tiene sus altibajos, a veces nos deja sin fuerzas y otras con heridas profundas en nuestras relaciones interpersonales.
Afrontemos tantas situaciones de nuestra cotidianeidad, con la confianza en que Dios cumplirá sus promesas. La fe nos llevará a mantener el justo equilibrio que todos necesitamos.
Que este tiempo de receso, sea una oportunidad para reconocer tantas bendiciones que nos rodean y lo valioso que somos cada uno, más allá de lo poco o mucho que hacemos.
No solo eres importante cuando haces cosas maravillosas, sino también cuando te detienes a descansar con tu familia, a orar en la presencia de Dios, o cuando te detienes a causa de alguna enfermedad o por alguna fuerza mayor. Tú eres más valioso que todas tus obras. Reconozcamos el gran valor que tiene la vida y nuestra presencia en este momento histórico del mundo.
Que esta pausa sea una oportunidad para valorar la bendición de la vida y todo lo que Dios nos ha dado. ¡Feliz receso de invierno para todos!