Hace más de una década la familia misionera conformada por Sergio Salinas y Cristina Baumann, junto a sus tres hijos, decidió dejar todo en la provincia y aventurarse en Suiza. Con el cambio de idioma y la distancia, al principio nada fue fácil. Ahora, viviendo en el Cantón de Zúrich, han logrado integrarse en el país donde destacan la inclusión y la oportunidad laboral principalmente porque dos integrantes de la familia son sordos.
Por un futuro mejor
En comunicación con PRIMERA EDICIÓN Sergio Salinas contó que “como mi esposa tenía la ciudadanía por descendencia, sumado a la situación económica del país y al tener un hijo sordo, fueron un montón de cosas que se juntaron en ese momento. Así que con gran esfuerzo nos decidimos a venir”. Comentó además que “sabíamos que no sería fácil, pero el hermano de mi esposa nos ayudó, vivimos con él al venir hasta acomodarnos. Durante el primer tiempo, se sufrió hasta poder acomodarnos, pero se logró hacerlo”.
Recordó que, en Posadas, “trabajaba en Servicios Públicos de la Municipalidad, haciendo chapa y pintura, era contratado sin relación de dependencia. Así que cuando se complicó todo con el tema de mi hijo decidimos partir”. Al tomar la decisión de viajar tantos kilómetros, expresó que “dejar a mi madre, no verlo a mi padre fue doloroso, pero fue necesario decidirse pensando en los hijos”.
Al principio, relató que “se sufre mucho para adaptarse, más con el uso del idioma alemán”. Actualmente, “entiendo bien el idioma, pero cuesta hablarlo. Al llegar nos ayudaba el hermano de mi esposa, pero después al estar solos nos arreglamos como podíamos, con una mezcla de inglés, italiano, para que nos entiendan”. Aseguró que “el sistema de Suiza es muy bueno, pero es un proceso para acomodarnos”.
Con respeto al ser inmigrantes, indicó que son bastante precisos con los controles a extranjeros y el sistema laboral: “es complicado porque Suiza no es como otros países de Europa. Es imposible venirse de afuera y trabajar en cualquier lugar en negro, porque se necesitan los permisos y con un sistema estricto”.
Al acomodarse en este país, explicó que “estuve siete años en una empresa de reciclaje y ahora estoy en otra empresa que se llama Movora, que se dedica a la ortopedia de titanio para animales. Estoy en un lugar donde se arman y empacan los materiales para enviar a diferentes partes del mundo”.
La familia y la inclusión
Respecto a sus hijos, Sergio Salinos precisó que, al momento de viajar, “mi hija tenía 9 años, mi hijo 8 y el más chico un año”. Ahora, “mi hija tiene 22 años, se recibió de profesora de contabilidad y mi hijo del medio, que es sordo, se recibió con un título profesional de carpintero. Fueron dos chicos sordos los que se recibieron en esta condición y está actualmente trabajando en una muy buena empresa, donde es el único sordo”.
En materia de inclusión, respondió que “mi esposa también es sorda” y en cuanto a su hijo comentó que “fue a una escuela enorme, le hicieron reportajes cuando estaba en la escuela y cuando pasó a la secundaria. Al ser más chico, el Gobierno le pagaba al transporte y al crecer pasó a vivir en la escuela. También los audífonos que usó se los compró el Estado”.
Entre las diferencias educativas con Argentina, destacó que “cuentan con una infraestructura más preparada para los chicos. Acá tienen un sistema donde trabajan y estudian en conjunto de lunes a viernes, donde mi hijo estudiaba con chicos que no eran sordos y se recibió con uno de los mejores promedios”. Actualmente, su hijo más chico está en secundaria y tiene que buscar una especialización en un área en el último año de estudio.
Con 14 años fuera de Misiones, indicó que no volvieron a la provincia por un montón de situaciones: “Como al principio sólo yo trabajaba, éramos cinco, resultaba un poco costoso y también nos acostumbramos a Suiza”. En relación con su familia en Misiones, indicó que “mi madre falleció hace dos años y en algún momento me gustaría volver a ver a mi padre”.