Durante los últimos cinco lustros el número de personas que viven en la pobreza extrema (el Banco Mundial señala que son los que deben desenvolverse a diario con menos de 2,15 dólares) disminuyó constantemente.
La tendencia se interrumpió en 2020, cuando la pobreza aumentó debido a las alteraciones causadas por la crisis de la COVID-19 y los efectos de los conflictos y el cambio climático, que ya habían desacelerado la reducción de la pobreza.
Transcurridos esos procesos, la pobreza mundial retomó su trayectoria descendente. Pero en Argentina pasó exactamente lo contrario y el proceso se intensificó notablemente.
En los años noventa el flagelo escaló al 26,4%; a partir del 2000 volvió a trepar hasta alcanzar al 36,4% de la población. Hoy, de acuerdo a los datos del informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el porcentaje de pobres supera el 43% y alcanzaría al 50% de no ser por los planes sociales.
En los últimos 25 años la pobreza tiende a retraerse en la mayoría de los países. Pero en Argentina, como se observa, el flagelo no paró de crecer.