La historia tiene un final feliz, pero el proceso estuvo plagado de luchas y disgustos. Una nueva versión de David vs Goliat, pero esta vez protagonizado por una madre enfrentando a una empresa que, haciendo uso de su monopólica posición, recurre a maniobras poco claras que terminan perjudicando al más débil de la cadena: el ciudadano de a pie.
Hace aproximadamente dos meses, Marcela Alersan Correa recibió la sorpresiva noticia de que las tarjetas SUBE misionera de sus dos hijos habían dejado de funcionar, pese a que ambas estaban en buen estado. Aún más fue su estupor cuando al dirigirse a las oficinas encargadas de emitirlas, se encontró con la negativa de la empresa de reponerlas y con una “invitación” a pagar el pasaje descargando la aplicación o abonando en efectivo, pese a ser esta última opción más cara.
Así fue que comenzó la batalla entre una madre contra Servicios Urbanos SA (SUSA), firma- del Grupo Z- que recibe millones de pesos en subsidios para- únicamente- administrar la SUBE y que desde hace varios meses decidió unilateralmente no emitir más tarjetas.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Correa marcó que en las oficinas de SUSA se rehusaban a darle nuevas tarjetas. “Cuándo le decía que era la obligación de ellos darlas, se burlaban de mí y me miraban con cara de ‘qué vas a hacer’”, detalló.
“La empresa (Servicio Urbano) avasalla los derechos e incumple las normas nacionales, provinciales y locales. A mí me tocó ver cómo muchas veces los chicos se bajaban del colectivo porque no les funcionaba la tarjeta”, denunció.
En ese sentido, Correa puntualizó algo que no es menor. “Ellos querían que mis hijos se bajen la aplicación. Pero la misma no funciona en todos los celulares y, además, tenés que tener crédito en el teléfono para pagar”.
“Cuando les expliqué todo esto, la respuesta que me dieron fue ‘señora , entonces va a tener que llevar usted a su hijo’”.
Primero inició una investigación de manera individual. Luego, recurrió a Defensa al Consumidor. De esa manera, el pasado miércoles en una audiencia, la empresa finalmente le entregó las dos tarjetas para sus hijos.
Lejos de celebrar esta victoria, Correa lamenta que, durante estos dos meses, sus hijos se perdieron muchas cosas por no tener las SUBE para pagar los boletos.
“Ante la situación de vulnerabilidad que estamos pasando, no todos pueden acceder a un teléfono o darse el lujo de pagar el pasaje más caro por hacerlo en efectivo. Ojalá que ninguna familia más tenga que atravesar por todo lo que tuve que pasar”, concluyó Correa.
Pago más caro
Los pasajeros que no tienen sus tarjetas SUBE ni la posibilidad de acceder al pago electrónico, deben abonar con dinero en efectivo, que cuesta 20 pesos más (70 pesos frente a los 50 pesos con el plástico). A eso se le suma la “falta de cambio” en las unidades que hace muchas veces más costoso aún el boleto urbano.