La joven tenía 20 años y un trauma que quizás llevará por el resto de su vida, producto de tanto tiempo de ser humillada sexualmente por su padrastro. Su drama arrancó cuando tenía apenas 7 y continuó durante años hasta avanzada la adolescencia.
Con la incertidumbre y el miedo de pensar en que no le iban a creer, el miércoles 28 de mayo de 2003 se presentó a testificar ante el Tribunal Penal 2 de Posadas. Motivada por su pareja, se animó y eso fue decisivo en el resultado final del juicio.
Finalmente todo el peso se alivianó al día siguiente, el 29 de mayo, cuando la corte condenó a 10 años de prisión al hombre que truncó su vida, por entonces de 39 años y cuyos datos se omiten para resguardar a la víctima.
Los hechos habían ocurrido en Jardín América, donde la víctima vivía con su familia. Fue en los últimos días de enero de 2002 cuando el caso salió la luz a raíz de una acusación penal realizada por su madre en la comisaría local.
Un pesado secreto
La joven reveló entonces lo que hasta ese día había mantenido en silencio por vergüenza, por temor a
represalias y por sentimientos de culpa, una reacción propia de las víctimas de abuso.
Contó que fue sometida sexualmente por su padrastro cuando tenía siete años. Explicó que el hombre aprovechó que su concubina se internó en un sanatorio porque estaba a punto de dar a luz. Después de ese día, los abusos siguieron cada vez que la niña se quedaba al cuidado de su padrastro.
La joven dijo que tenía miedo de las amenazas de su padre postizo y que éste, cada vez que abusaba de ella, siempre tenía un arma a mano ya que se dedicaba a la reparación de las mismas.
La víctima contó que estaba por cumplir 13 años cuando su padrastro la llevó en su automóvil a las inmediaciones de la cooperativa yerbatera jardinense y, tras estacionar en un lugar boscoso, la accedió carnalmente.
Esa fue la primera vez, pero a partir de ahí era sometida sexualmente unas tres veces por semana. Y contó que, para no dejarla embarazada, su padrastro la obligaba a ingerir un brebaje a base de caña, ruda, ajenjo y bayaspirinas.
Todos los exámenes médicos realizados a la joven durante la investigación establecieron que presentaba defloración de vieja data. En cuanto al aspecto psicológico, la profesional Estela Marys Ríos, consideró que presentaba todas las características de la persona sexualmente abusada y que sus relatos tenían asidero.
Intento por desacreditar
Durante el juicio el imputado se declaró inocente y repitió casi como una muletilla “sólo ella, yo y Dios sabemos lo que pasó”. En un desesperado intento por desacreditar el testimonio de su hijastra, el acusado manifestó que sus “problemas” comenzaron después de tratar de impedir las salidas de la chica, ya que consideraba que ésta poseía una mala reputación y que “estaba saliendo con un comisario y otro tipo”.
“Me denunciaron porque sacándome del medio, ellos iban a tener más libertad, porque yo no permitía que hagan lo que quieran”, alegó.
Para el fiscal Alberto Rolando Oliva no quedaron dudas de que los abusos existieron, tanto sin y con acceso carnal. Pidió una pena de 12 años de prisión.
La defensora Nélida Amiel consideró que no tenía argumentos jurídicos para contrarrestar los del fiscal y solicitó el mínimo de la pena para los delitos que incriminaron a su defendido.
El Tribunal integrado por Juan Enrique Calvo (presidente), Rafael Alfredo Escribano y Roque Martín González decidió condenar al depravado a 10 años de prisión.