Hubo un encuentro en Puerto Rico donde médicos, nutricionistas, kinesiólogos y otros terapistas nos juntamos para dar a conocer otras alternativas para el bien de nuestros pacientes.
Comencé mi disertación agradeciendo y orgullosa de mi profesión como médica especialista en Clínica, también abierta a aprender de los que buscamos el bienestar del doliente.
Respeto y admiro a muchos colegas, también respeto otros saberes y escucho con alegría cuando los pacientes mejoran.
Asistí con la doctora en Medicina China, Laura Montanía, creadora de Pura Energía, espacio de sanación.
Hoy comparto con ustedes en sus palabras:
La historia de la medicina es tan antigua como la de los homos. Durante siglos las poblaciones fueron longevas, gracias a la sapiencia de los pueblos y de quienes los guiaban, los más ancianos y sabios.
Todos coinciden en reconocer al hombre como un todo: alma y cuerpo, donde el alma era más importante que el cuerpo. Entendían que si el alma estaba bien, el cuerpo también. Todos coincidían en la integración del hombre, sea varón o mujer, con la naturaleza, que también la sabían viva. Era impensable separarlos. De ahí, que tenían muy en cuenta los ciclos lunares y solares, generadores de las estaciones, porque condicionaba, y todavía lo hace, (solo que perdimos la capacidad de verlo), a los minerales, a los vegetales, los animales y hasta al mismo homo. Así podían determinar qué y cómo aplicar para recuperar algún equilibrio perdido.
Los chinos fueron especialistas y dejaron un legado escrito, que a pesar de prohibirla, llegó hasta nuestros días. Ellos lograron entender tan profunda y sutilmente esta condición natural, llegando a conocer el recorrido del Chi, de la energía, la que nos mantiene vivos, que circula por todo nuestro organismo de una manera exquisita, prolija y bien afinada. Entendieron la relación profunda de esa energía interna con la energía externa.
Aprendieron que puede desequilibrarse y generar estados en los que falta salud y desarrollaron una medicina que devuelve el equilibrio y por lo tanto el bienestar, usando agujas de acupuntura y moxas hechas de Artemisa, una planta que crece en China y también en Misiones. Además de masajes, baños, hierbas, ejercicios, alimentación, y una filosofía plagada de sabiduría y sentido común. Pudieron detectar el recorrido de la energía en el cuerpo y los puntos donde se arremolina, en los que se puede cambiar el sentido de su circulación, desbloquearla o activarla, luego de un diagnóstico muy preciso, basado en la escucha, la observación, la olfacción y la palpación.
Esa sabiduría, gracias a quienes supieron guardarla, llegó hasta nosotros. Hubo que desaprender la visión lineal y sintomática de la medicina occidental, para comprender que cada síntoma es solo la voz que llama la atención de algo que afecta a todo el cuerpo y a toda el alma y hay que verlo íntegramente, no solo a la parte. Su alcance es tan amplio como el hombre mismo.
Con el paso de los años, es maravilloso ver el cambio que opera en quienes consultan sus dolencias, y usan la medicina china para sanar, dejando en evidencia la capacidad de autorreparación que tiene nuestro maravilloso cuerpo, la máquina más perfecta jamás creada.