Con demora, demasiada para los tiempos tecnológicos que corren, finalmente el Ministerio de Gobierno ha difundido casi el 99% de las mesas escrutadas de las elecciones del domingo 7 de mayo en Misiones. Los resultados son contundentes respecto a la mayoría que eligieron los votantes, que otorgan un mandato popular a gobernador y vice, intendentes, diputados y concejales para cuatro años de mandato desde diciembre.
Pero, también, esa mayoría que se expresó en las urnas en más del 70% del padrón electoral habilitado para votar, eligió minorías como oposición.
De un lado y del otro de la contienda política, hay que saber admitir triunfos y derrotas. Especialmente, hacer una lectura de las razones que pudieron llevar a los electores a votar como lo hicieron.
En particular, esa tarea deberían iniciarla quienes están en un lugar con poder de decisión, para mejorar o profundizar lo que el electorado demandó hasta el domingo y no encontró respuestas.
Mientras que del lado de los opositores, empezar a reconocer los motivos de la derrota (los candidatos, las propuestas, los posicionamientos ideológicos, la influencia de los espacios nacionales sobre el misionero, etc). Siempre que haya poder de autocrítica, habrá reordenamiento interno en los espacios para volver a competir.
Es que no falta mucho para empezar la campaña hacia las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se votarán en agosto. Y luego seguirán las elecciones generales y, eventualmente, un ballotage. Es decir, seguirán habiendo oportunidades para volver a medir fuerzas o ponerse a consideración del soberano para evaluar las posibilidades de representarlo.
Sin ese proceso, difícilmente se pueda “barajar y dar de nuevo”, reordenar los esquemas de trabajo político y, finalmente, competir.