De la ilusión de una “Argentina de clase media” a la actual fragmentación social que profundiza las diferencias y divide a la Argentina en tres.
Con esta premisa, la consultora Moiguer, especializada en estrategias de negocios para empresas, realizó una radiografía de las diferentes realidades que vive cada clase social en nuestro país y la transformación de sus hábitos de consumo en tiempos de economía en crisis e inflación.
“La Argentina siempre estuvo fragmentada en términos económicos, pero se regía bajo la ilusión de un imaginario común: la Argentina de clase media. Los cambios continuos y profundos de las últimas décadas están modificando la estructura a nivel cultural e idiosincrático. Lo que revela el estudio es que a la fragmentación económica se le suma una fragmentación cultural, que se traduce en distintas expectativas, valores y comportamientos por clase social”, destacó Fernando Moiguer, CEO de Moiguer.
Clasificación
Moiguer realiza una clasificación entre tres Argentinas: un 5% de clase alta; 45% de clase media y 50% de clase baja en términos económicos, pero considera que esa división por ingresos empiezan a traducirse en tres Argentinas también a nivel cultural y de idiosincrasia.
“El impacto económico de las últimas décadas hace que no solamente la fragmentación social se profundice sino también se solidifique, especialmente en los extremos de la pirámide socioeconómica”, explicó.
Según los datos y las encuestas relevadas por Moiguer, el 70% de los integrantes de la clase baja tiene más educación que sus padres pero esto no se tradujo en un ascenso de clase social.
“En los últimos años ha cambiado el diagnóstico: empieza a haber una sedimentación en los extremos de la pirámide. El 93% de la clase alta, no importa como le vaya, va a seguir siendo de clase alta en las próximas generaciones. Ya trae una dotación de bienes económicos, sociales y culturales que, en un país empobrecido, lo ubican directamente en clase alta al margen de sus cualidades, su talento o esfuerzo”, resumió.
En la base de la pirámide, también sucede algo similar: “El 91% de la clase baja es un clase baja crónica. Si tuviéramos 4 o 5 años, que son posibles, de crecimiento al 5%, al 6% o al 9%, nueve de cada 10 habitantes de clase baja seguirán siendo clase baja. Hace más de 20 años que seguimos este tema. Antes la gente ascendía educándose; pero hoy la clase baja tiene más educación que sus padres, no obstante no está mejor”, advirtió el especialista.
A continuación se detallan las conclusiones del estudio de Moiguer:
Clase alta
• El promedio familiar de ingresos mensuales es de $1,5 millones.
Y el piso de ingresos para este segmento es $855.500.
• Mira el mundo y proyecta a futuro, siendo el deseo su motor. Pensar en vivir mejor, en tener un mayor equilibrio entre la vida laboral y la vida personal es una reflexión instalada solo en esta clase social. El 41% dice que tener “más tiempo libre” es lo que lo haría más feliz en su cotidianidad.
• El concepto que rige su acto de compra es la oportunidad: ahorra en dólares y la plata extra la utiliza de manera hedónica. El 53% utiliza el excedente de su presupuesto cotidiano en viajes.
Clase media
• El promedio familiar de ingresos es de $355.700.
• Mira más la coyuntura local y le teme al futuro. Tiene aspiraciones y deseos. Sin embargo, sus posibilidades están restringidas. Está consternado por el contexto y la situación del país y es consciente de que no puede tener todo lo que quiere.
Está todo el tiempo negociando qué toma y qué deja; y cada “soltar” le implica una pérdida. El 42% indicó que lo que lo haría más feliz en su día a día es “consumir sin restricciones”: poder salir y comprar lo que quiera, ir a restaurantes que le gustan, etc.
• El concepto que rige su acto de compra es la conveniencia. Intenta ahorrar en dólares, pero también en pesos, y la plata extra la utiliza para darse esos gustos que en algún momento fueron cotidianos y hoy extraña poder alcanzar. El 39% utiliza su presupuesto en compra de ropa y zapatillas.
Clase baja
• El 50% posee ingresos diarios o semanales. El promedio familiar mensual es de $149.300 y el techo máximo de ingresos es de $280.000. El 75% si un día no puede trabajar, no cobra.
• Mira su entorno y va proyectando día a día porque ahí se juega su subsistencia. Comer todos los días es un desafío. El deseo, en este plano, está ausente de su discurso porque su realidad no le permite conectar con la posibilidad de algo más que lo cotidiano. El 44% respondió que lo que haría más feliz su cotidianidad es “no tener que fijarse en el precio de la comida”.
• A la hora de comprar privilegia el rendimiento: todo aquello que optimice su presupuesto maximizando cada peso gastado. Que lo comprado permita dar cuenta de la “mayor cantidad de necesidades posible”. Que no falte, pero también que no sobre (no puede permitirse tirar). Ahorra acopiando materiales o mercadería y la plata extra, si la tiene, la utiliza para “mejorar” su set de marcas o productos de la canasta alimentaria. El 36% utiliza presupuesto extra en primeras marcas.
“Soy de clase media”
Moiguer ubica el comienzo del deterioro de la ilusión de la “Argentina de clase media” durante la crisis de 2001.
“Venimos de un imaginario de país que se ha construido como un país de clase media; donde los sectores ricos decían soy clase media y los sectores pobres decían soy clase media. 2001 es el momento donde la pobreza se hace visible, si bien desde 1975 para acá la Argentina construye pobreza”, señaló.
En relación a las empresas y al consumo, destaca que las marcas locales siempre apuntaron a un consumidor “masivo o multitarget”, a un único consumidor de clase media. Sin embargo, en los últimos años se comenzaron a adaptar a esta Argentina más segmentada. ¿En qué se reflejan estos cambios en los hábitos de consumo?
“La clase media compensa todo con el esfuerzo diario. Mira consumos como ropa y zapatillas. Siempre le importó mucho su imagen. Está peleando porque lo que más le dolería es perder su característica de clase”, detalló el especialista, según reprodujo Infobae.
“La clase baja tiene la mirada primero en las primeras marcas en alimentos. Quiere seguir con primeras marca cuando ya no puede. Calidad y cantidad de comida es el espejo que devuelve cómo estás. Alimentos es el 36% como el primer consumo que defiende. Les decimos a estas marcas cómo dar un precio que la clase baja pueda entrar. Las clases altas y medias están más dispuestas a la marcas B que las clases bajas”, señaló.