La puesta de límites presenta grandes desafíos según el correr de las décadas e incluso de los siglos.
Anteriormente, era habitual que en las familias, escuelas o iglesias, la obediencia se impusiera como un valor de alto rigor en la educación de los chicos. Luego, escuelas de psicología más modernas propusieron actitudes contrarias: dejar al niño crecer con total libertad: que coma, juegue, duerma y se exprese cómo y cuándo quisiera.
En la actualidad, la sensación de problemas en relación a esa falta de límites está muy presente; tanto padres como maestros y médicos se sienten impotentes respecto a las fallas en las limitaciones, las faltas de conducta o el bajo rendimiento escolar, al punto tal que muchos adultos reconocen no saber cómo ponerlos.
El tema tiene sus ribetes: el poder en las relaciones, la tecnología, los nuevos marcos normativos, docentes taxi, nuevos formatos familiares, entre tantos otros.
Más allá de eso quiero compartir un esquema que nos muestra escenarios posibles según nos acerquemos o alejemos de uno u otro parámetro, para que podamos encontrarnos en alguno de ellos y pensar qué tenemos que equilibrar.
Por un lado, encontramos el eje de los “límites” donde incluimos el control, reglas, presión, expectativas e incluso desafíos impuestos. Por otro lado, está el eje “apoyo” que se refiere a acompañar, dar afecto, colaborar y motivar.
Dependiendo de cómo manejemos estos ejes podremos obtener diferentes tipos de gestión de la disciplina, que graficaremos en cuatro cuadrantes:
Cuadrante 1. Control social alto, con límites bien definidos de inmediato cumplimiento de los principios conductuales, aunque sin apoyo o acompañamiento. En estos casos tendremos una gestión autoritaria, también conocida como punitiva o estigmatizada. Establece un alto control y límites, lo que le permite mantener el orden a corto plazo, pero dado el poco apoyo, este no se mantiene generando resentimiento, mal clima escolar y falta de estímulo.
Cuadrante 2. Gestión con alto grado de acompañamiento. Se apoya cualquier tipo de actitud con bajo control social, límites imprecisos o débiles y normas de conducta poco estrictas o inexistentes. En este caso estaremos ante una gestión permisiva que generará descontrol y desgaste en la autoridad.
Cuadrante 3. Cuando no existen ni límites ni apoyo nos encontramos con un escenario caótico. Suele darse cuando quienes están a cargo se “queman” por la situación y no actúan en ninguno de los dos sentidos, dando lugar a una gestión negligente.
Cuadrante 4. Gestión que combina altos niveles de límites -serenos y firmes- con altos niveles de apoyo y acompañamiento a la comunidad. Se tata de hacer las cosas con la persona, tener altas expectativas, saber decir “hasta acá” pero al mismo tiempo acompañar y motivar en el camino. Este es el escenario que da lugar a un esquema restaurativo.
Un enfoque restaurativo requiere un balance de límites y apoyo que implica mirar la disciplina integrada en cada paso de la educación.
Las instituciones escolares deberán evaluar si cuentan con la capacitación e infraestructura suficiente para implementar los requerimientos de alta gestión, de lo contrario se corre el riesgo de caer en prácticas que llevan al punitivismo, la negligencia o la permisividad, enfoques poco eficientes a la hora de construir convivencia.