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“En mi sangre la tierra roja sigue tiñendo mi existencia”

Oscar Alberto Irala Álvarez (62) nació en San Ignacio, pero reside en Puebla (México) desde hace 35 años. Llegó a ese país el 14 de septiembre de 1989, junto con la formación que recibió tanto en la Universidad de Misiones como en la de Córdoba. Como archivista, se especializó en los archivos administrativos mexicanos y desde la práctica de la profesión archivística pudo escribir tres libros que significan un aporte a la archivística poblana, mexicana y latinoamericana.

27 febrero, 2023

“Cuando tomé mis maletas y decidí venir, dejé todo sin mirar atrás para no transformarme en una estatua de sal como la esposa de Lot, en la Biblia. Simplemente, no veo hacia atrás, no dejo que me gane la nostalgia, pero en mi casa tengo plantas y vegetación suficiente que me parece que estoy en alguna parte de Misiones”, manifestó Oscar Alberto Irala Álvarez, oriundo de San Ignacio, residente en Puebla, México, desde hace 35 años.

Para acortar más aún esa distancia, también “tengo mi asador y me visto de gaucho cuando tengo el gusto de recibir a gente que me conoce bien y que me aprecia. No dejo la tradición y el tomar el mate, porque eso es lo que me pinta de color entero como misionero”, reseñó.

Irala Álvarez pretendía estudiar economía en la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) pero “no se me dio”, dijo. Fue entonces que tomó un curso de 36 horas sobre bibliotecología para maestros y descubrió el Departamento de Bibliotecología de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, donde completó la carrera.

Con el título de bibliotecario en mano, se fue a vivir a Córdoba, en el verano de 1984, sin pensar que en la provincia mediterránea su vida daría un giro inesperado. Allí estuvo trabajando y estudiando para archivista o archivero en la Escuela de Archiveros de La Docta, hasta que en abril de 1987 llegó un grupo de becarios del departamento cultural de la Organización de Estados Americanos (OEA) y, entre ellos, había una mexicana que le robó el corazón.

“Como buen misionero no puedo dejar de tomar mate. Lo verde de Misiones tiene que seguir tiñendo mi interior, en función de ser orgullosamente nacido en San Ignacio, de haber vivido en Santa Ana y también estudiado en Posadas”.

Recordó que todo comenzó cuando la joven fue a sacar un libro en calidad de préstamo. “Lo busqué, se lo presté y le señalé qué día tenía que devolver porque esa era la modalidad. Ella estaba estudiando la Licenciatura en Bibliotecología en el Distrito Federal, en México, y es como que se molestó un poquito. Nos conocimos, nos tratamos un poco y seguimos la comunicación por correspondencia. Dilaté dos años en alcanzarla aquí en México”, comentó, quien llegó al país azteca el 14 de septiembre de 1989. Desde ese momento está radicado en el exterior. Allí, contrajo matrimonio con María Eugenia Guadalupe Cabrera Bruschetta, con quien tiene un hijo, Enrique Alberto Irala Cabrera, y dos nietos: Oscar Miguel Irala Mendoza (15) y Mateo lrala Torija (3).

 

Un aporte trascendental

A raíz del encierro producido por la pandemia, Irala Álvarez escribió tres libros sobre archivística. Señaló que era una idea que tenía desde hace mucho tiempo, y en honor de los que fueron sus grandes maestros: Aurelio Tanodi, Jorge Emiliani, Anna Szlejcher, Manuel Vázquez Murillo, Erminda Waldina “Titina” Bonone de Ninci, y otros de quienes ya no recuerda los nombres.

Entiende que “está haciendo un aporte a la archivística poblana, mexicana y a Latinoamérica. Las temáticas que maneja son actuales y tienen ese impacto”. Al primer libro “Archivística – Alternativas y propuestas de organización de los documentos públicos”, lo dio a conocer en 2021 y a los otros dos: “Alfabetización archivística”, y “Valoración documental”, en el 2022. A estos libros “no los escribí por el mero placer de redactar, que es una parte importante, lo hice para demostrar -aunque tampoco tengo que hacerlo- que la capacidad que tengo es más que suficiente para ser reconocido como un escritor especialista en archivística y que está haciendo un aporte para la archivística poblana, mexicana, latinoamericana y para el archivística internacional. No digo mundial porque ya sería demasiado”, acotó este misionero, que también es abogado recibido en la Universidad Iberoamericana Puebla y, aunque no ejerce la profesión, “me sirve para lo archivístico”, agregó.

 

Lejos, por muchos años

No regresó a Misiones desde julio de 2006, pero su papá, Cornelio Irala, los visitó a él y a su hermano más chico, Luis Sergio Irala Álvarez, que vive en la Sierra Norte de Puebla, en la zona de la ciudad de Zacatlán de las Manzanas, en dos oportunidades. Su padre falleció en 2018; su mamá, Leoncia Álvarez, en 2010. En Posadas reside su hermano mayor, Antonio Daniel “Toinco” Irala y su única hermana Alicia Beatriz Irala, en Santa Ana. “Tengo un montón de sobrinos, a quienes ya no contabilizo porque son muchos, pero a todos los quiero, los aprecio, muchos me conocen sólo por las redes sociales”, alegó.

“Aquí, vivo una vida feliz, todo el tiempo soy misionero, tomo mate. En algún momento que invito a que vengan a comer una parrillada tipo argentino, me visto de gaucho con mucho orgullo y sigo tomando mate. De pronto se me termina la yerba, pero se consigue”, contó, entre risas. Conocido como el “Che Oscar”, en alusión a lo que fue Ernesto “Che” Guevara en su momento, contó que en México hay muchos argentinos “que fueron a partir del sistema de gobierno actual. Se llenó Puebla y otras diversas ciudades”.

“En estos últimos tres años vinieron muchos desde Argentina, hay grupos de WhatsApp o sitios en Internet. Participo, pero no tanto porque los que vienen siguen con sus dinámicas de allá, que acá no aplican porque aquí es otra historia. A aquel argentino del que oigo hablar mal de los mexicanos o de México, corto todo contacto. No puedo concebirlo, porque estamos en esta tierra, aquí formé mi familia, me dieron trabajo, me casé, tengo un hijo, nietos, tengo todo. Más aún si me fue bien, ¿por qué voy a hablar mal de los mexicanos?”, cuestionó.

“Eso es algo que no me gusta y no lo comparto, pero me vinculo con otra gente que no tiene actitudes negativas hacia este maravilloso país, con esta ciudad y con este Estado de Puebla, tan rico en historia y en identidad. Me parece que no hay que ser mal vecino porque eso no es correcto. Ese es mi pensamiento”, manifestó.

“Soy nacido el 8 de julio de 1960. Mi cabello, bigotes y barba, pintan blancos, por las experiencias de la vida y porque ya dejó de segregar el pigmento que da color al pelo”.

Admitió: “Se me pegó el tono mexicano”, pero justificó con que “son 35 años. Cuando doy algún curso, se me escapa algún término en misionero y descoloco a los participantes, pero luego lo aclaro. Al final de cuentas somos latinos, pero México es muy rico en los giros idiomáticos de lengua, entonces los regionalismos, los mexicanismos son específicos, como el misionero, el porteño y su tonada o el uruguayo y su tonada”.

Dijo que su pueblo “es el recuerdo más grande que tengo de Misiones. Aquí les decía a los sacerdotes jesuitas que tenía como la obligación de estudiar con ellos porque nací en San Ignacio Miní. Tengo sangre guaraní que corre por mis venas, y me da mucho orgullo. Ellos don los dueños de la tierra, deberíamos de rendirle honores todos los días. Tengo ese orgullo de misionero y de estar aquí, que me reconozcan como argentino, como bibliotecario, como archivista y como abogado. Esos son los gustos que uno se da en la universidad. Como la vida, cuando la universidad te da, lo hace en abundancia y lo puedes aprovechar. Ya la pisé tres veces, y ahora quiero hacer un posgrado en derecho”.

Entre tantas anécdotas compartidas, evocó a una de las docentes: “No me quería dar el título de bibliotecario porque decía que yo no tenía la personalidad ni la fuerza necesaria para ejercer. Cuando recibí el título, fuimos 15 egresados, la mayoría venían de Resistencia, Chaco. Con una de esas compañeras tuve el examen final de pregunta a pregunta, y lo que no sabía ella, contestaba yo, y lo que yo no sabía lo contestaba la compañera. Ella sacó buena nota y a mí, mi examinadora, no me quería entregar mi libreta con la calificación final. Me jalaba la libreta y yo se la jalaba, porque decía que yo no iba a ser un bibliotecario. Pero, contra todo pronóstico, en este tiempo fui coordinador de bibliotecas universitarias, y capacité a mucha gente en bibliotecología”.

“De primero a segundo grado estuve en San Ignacio; de tercer a séptimo grado, en el puerto de Santa Ana, en la Escuela Provincial 107 que todavía existe y sigue formando a niños de la zona. Terminé como perito mercantil en la Escuela de Comercio 10 ‘Bicentenario del Natalicio de Don José Francisco de San Martín’, en Santa Ana”.

Hubo otra, “a la que aprecio mucho y hoy está de vacaciones en Brasil, que fue de las pocas que me apoyó. Me dijo, no te preocupes, serás un gran bibliotecario porque lo que dicen mis colegas no tiene razón contigo, pongo las manos en el fuego por ti: vas a ser un gran bibliotecario. Y aquí les habla un gran bibliotecario porque me di el gusto y el lujo de sobrepasar esa característica negativa, poco propositiva, poco visionaria. De otras, como estas, me enseñaron lo más importante de la bibliotecología que aprendí, ¿cómo no voy a hacer un buen bibliotecario?”, indagó.

Promocionando a su tierra

En cuanto puede manifestar su origen, “lo hago, con el orgullo que caracteriza a los misioneros. También soy un promotor turístico, los invito que vayan a conocer las Cataratas del Iguazú, tanto del lado argentino como del brasileño, porque es una maravilla del mundo que conviene conocer. Hay gente que tomó la palabra y regresó maravillada, extasiada, de la belleza que tienen en sí mismas las Cataratas. Les encantó que les haya recomendado que las conocieran, al igual que Buenos Aires y otras provincias argentinas como Córdoba, San Juan, La Rioja, Mendoza, la zona vitivinícola argentina como de Chile”, expresó.

“Mi pueblo es el recuerdo más grande que tengo, nací allí, y les decía a los sacerdotes jesuitas -la Universidad Iberoamericana Puebla es una universidad privada confiada a la Compañía de Jesús- que tenía como la obligación de estudiar con ellos porque nací en el San Ignacio Miní”.

Le preguntan mucho por la Patagonia y por el Glaciar Perito Moreno, y quieren saber si vale la pena. Irala Álvarez les contesta: “Vale y se justifica que solamente vayan a ese punto de Argentina y que disfruten cuando sea el momento del rompimiento. Será uno de los espectáculos más hermosos del mundo que van a poder ver. Unos primos de María Eugenia, ya fallecidos, fueron, pasearon en bote por las aguas heladas y los glaciares y regresaron maravillados. Nos invitaron a comer un asado, me regalaron libros, compartieron fotos. Estaban encantadísimos con lo del Glaciar Perito Moreno. Cuando hay oportunidad en Internet replico fotos de las Cataratas, del Perito Moreno y recomiendo que vayan a conocer Misiones, como tierra de la Yerba Mate, les cuento la historia, la leyenda, cómo nace el mate, sobre los guaraníes y por qué vale la pena que conozcan a Misiones como provincia”, agregó quien ahora es pensionado de un trabajo en el que volcó 20 años de sus experiencias.

También hay gente que fue hasta la tierra colorada y “regresó hechizada de ese país tan maravilloso que tenemos y que lamentablemente ahora está en una crisis económica tremenda. Eso no quita la belleza de la Argentina. A mi entender, misioneros y argentinos tienen que echarle más ganas porque hay que cambiar esta historia que afecta a un país tan rico en todos los sentidos, y no puede estar en una crisis de este tipo, debería mostrarse al mundo como país desarrollado”, opinó.

 

Cambio de planes

Irala Álvarez fue de San Ignacio a Córdoba y, de ahí, sin escalas a México. Rememoró que, al inicio del verano de 1984, “cuando ya me recibí de bibliotecario y estaba muy orgulloso de haber terminado la carrera, pese a todo lo que mencioné”, leyó el libro “Azteca”, de Gary Jennings. “No me llamaba la atención conocer las pirámides de México, me llamaba más el Machu Picchu, en Perú, que no conozco todavía. Lo que leí en el libro de este escritor norteamericano, es impresionante y ya lo corroboré. Habla del hijo de una barragana, que es la prostituta. Cuando leí ese término lo busqué en el diccionario y está definido como un regionalismo mexicano o un mexicanismo. Aunque este escrito por un norteamericano pinta esa parte de la historia de México de forma bastante objetiva”, subrayó, y alegó que, en ese momento, “no tenía conciencia que iba a venir a México, tenía conciencia que iba a permanecer en Córdoba”, donde “me costó mucho trabajo adaptarme”. Estuvo residiendo durante seis años y desde allí abordó su primer vuelo hacia Buenos Aires, porque el boleto incluía el traslado nacional. Más tarde, “volé a Ciudad de México sin escala, entonces yo iba descubriendo lo del vuelo en avión, con todos mis temores y mis maletas. El viaje terminaba en Los Ángeles, y hasta ahí fueron mis maletas, porque no tenía la pericia de decir que me quedaba en México. Dos semanas después recibí mis maletas y por suerte, no se perdió nada. Mi esposa María Eugenia y su hermano, Moisés Cabrera, me llevaron al aeropuerto internacional de la Ciudad de México ‘Benito Juárez’ y las recuperé de inmediato”, mencionó.

Antes pensaba en regresar al país, pero “como formé familia y me gustó, entré a trabajar en lo que me gusta porque trabajé en bibliotecas y trabajé en archivos. Soy pensionado, pero sigo trabajando, capacitando, asesorando en bibliotecología, en archivística, y me siento muy a gusto. Nunca fui egoísta, de no aportar mis conocimientos”, acotó.

De hecho, en los cursos “que ofrezco, le doy todo a los participantes. En la UNaM y en la Universidad de Córdoba me dieron todo, entonces yo no soy egoísta. A veces pienso que lo que hago aquí en Puebla, lo haría en mi tierra, si estuviera allá. Y eso me da satisfacción”, celebró quien, entre los puestos importantes, dirigió el archivo del Poder Judicial del Estado de Puebla durante nueve años; fue coordinador de la biblioteca de la Universidad Madero (Metodista), en Puebla, y cumplió funciones en la biblioteca de la Universidad Iberoamericana Puebla.

 

En el Congreso del MERCOSUR

Irala Álvarez tiene muchos deseos de participar del XIV Congreso de Archivología del MERCOSUR, que se realizará entre el 7 y el 10 de noviembre en la Facultad Politécnica de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), en Paraguay. El evento se realiza cada dos años, pero la agenda sufrió modificaciones debido a la pandemia. “Mi pasaporte es el MERCOSUR y tengo el DNI que me habilita circular por los países de las Tres Fronteras. Por estos días, estoy a la espera que reconozcan mis libros, a fin de que los pueda presentar en ese evento internacional. Me gustaría estar presente para demostrar mi potencial como especialista en archivística y de algún modo como bibliotecario”, indicó.

Tags: #Koape#SanIgnacioArchivosMéxicoMisiones
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