En la vida nos vamos a encontrar con ángeles y con personas. Es fácil darse cuenta de la diferencia: la mayor parte de un ángel está por dentro y la mayor parte de una persona está por fuera.
Las personas rara vez podemos entrar a ver su interior, pero los ángeles sí pueden entrar en el nuestro. Los ángeles son ese tipo de seres que están iluminados como por algún resplandor interior.
Son esos seres en los cuales sus ojos brillan como antorchas; su mirada está viva, saben, conocen, ven, entienden.
Ese brillo interno no se va con el dolor o los contratiempos de la vida; muy por el contrario, se enciende más ya que estos seres conocen su razón de existir, saben el significado del amor y de la palabra amigo.
Los ángeles necesitan sus momentos de silencio, pues han descubierto que el aprendizaje solo se da en soledad y quietud.
Las dificultades y adversidades de la vida se convierten en oportunidades de cambio. La fealdad es una chance para hacer algo bello, la tristeza es el puente hacia la alegría y siempre, siempre es preferible la vida a la muerte, ya que la vida es el momento presente y siempre una posibilidad de experimentar la bendición de la existencia.
Cuando uno comienza a encontrar el sentido de la vida se da cuenta que solo existe un problema: la falta de horas en el día.
¡Hay tanto para hacer, tanto para aprender y tanto para descubrir!. ¡Tanto para dar y compartir!. Los ángeles siempre están a nuestro lado cuidándonos, observándonos, impulsándonos, inspirándonos.
Todos podemos ser ángeles. Todos llevamos uno dentro: nuestro todo sabio, nuestra conciencia despierta; solo tenemos que enfocarnos en nuestro ser interno, y confiar en los procesos y los tiempos de la vida.
Después de todo, solo venimos a experimentar una y otra vez hasta que podamos ver la Unidad de la Existencia y poder creer en el amor como la base de todo. Que este mes y cada día sean una oportunidad para acercarnos a nuestro lado luminoso.