“Un monje decidió meditar solo, lejos de su monasterio. Remó con su bote al medio del lago, lo ancló allí, cerró los ojos y comenzó su meditación.
Tras unas horas de silencio imperturbado, de repente notó el golpe de otro bote colisionando con el suyo. Con los ojos todavía cerrados, sintió crecer el enfado, predisponiéndose a gritarle al barquero que osó interrumpir su meditación.
Pero cuando abrió los ojos, vio un bote vacío a la deriva.
Fue en ese momento que el monje alcanzó la realización, entendiendo que la rabia habitaba dentro de él: simplemente necesitó del choque con un objeto externo para que saliera.
En adelante, cada vez que se cruza con alguien que lo irrita o le provoca rabia, se recuerda a sí mismo: “esa persona es simplemente un bote vacío. La rabia está dentro de mí”.
Las personas no pueden hacernos enojar. Cuando argumentamos eso, simplemente estamos echando la culpa para justificar la energía del enojo. No es el Gobierno, no es tu esposo, no es tu jefe o tus niños, la semilla del enojo habita dentro nuestro esperando la oportunidad para manifestarse.
La buena noticia es que hay miles de semillas dentro nuestro, hay semillas de enojo, de tristeza, de melancolía, pero también hay de felicidad, de amor, de alegría, de compasión, entre tantas otras.
Sólo que cuando aún son semillas no las sentimos, están en potencia. El tema es ¿cuál semilla crecerá?,
¿Cuál se desarrollará más fuerte?
Simplemente, la que riegues más. A la semilla que más cultives accederás más fácil. Cuanto más crece una semilla ocupa más espacio quitando oportunidad a las otras.
Si regamos la semilla del enojo dejando que se manifieste y tome el control de nuestros pensamientos y acciones podemos hacer mucho daño, a nosotros mismos y a los demás.
La clave está en dejar de intentar gestionar las emociones desde afuera, -todo está adentro nuestro. Tomar conciencia de eso, nos permitirá hacernos cargo, identificarlas y decidir cómo acompañarlas cuando aparezcan.
Para eso, deberemos regar la semilla de la conciencia, de la compasión y del amor. Sólo de esa manera aparecerán y estarán disponibles cuando las necesitemos para gestionar el enojo.
Pongamos conciencia en nuestras emociones desde la práctica que mejor nos conecte con el corazón, ya sea mindfulness, rezando, yoga, entre otras. Cada uno tendrá que descubrir su manera.
También podés hacerlo desde el lenguaje, por ejemplo, en lugar de decir: estoy enojada. Podés decir: “siento enojo”, o “estoy sintiendo la energía del enojo”, “estoy viendo que aparece”.
Claro que este proceso si bien es sencillo, no sucede de manera automática y puede llegar a ser un poco incómodo.
La próxima vez que aparezca el enojo, tomá conciencia, abrazalo, sonreíle, contenelo y acompañalo amorosamente para que salga y se transforme.
Los botes vacíos no molestan, son grandes oportunidades para liberar esas energías y así evolucionar.
¿Qué semilla estás regando?