Habiendo consumido tres cuartas partes de la administración, el Gobierno argentino y buena parte de la dirigencia opositora encaran el último tramo de la gestión con alarmantes niveles de apatía social, consumidos por internas cotidianas a la vista de todos, incapaces de lograr acuerdos que beneficien a la sociedad o, al menos, de gestionar la crisis.
Frente a esa dura realidad, el fútbol volvió a convertirse en un poderoso factor de abroquelamiento social y el presente del seleccionado argentino hace que, al menos por el momento, los sinsabores cotidianos por una crisis creciente sean menos agudos. Incluso las diferencias que desde arriba nos contagiaron y que alimentan lo que desde hace algún tiempo se conoce como grieta, se adormecen por estos días posibilitando un diálogo social más fluido.
Con todo, es importante entender que cuando el mundial termine, Argentina y los argentinos habrán encontrado un lugar en el que coincidir… ellos, en cambio, seguirán en la incertidumbre de la apatía social.