La Espiga de Oro, panadería que naciera antes de la propia fundación de Oberá celebró sus 95 años. Entre sus paredes se acumula la historia y el envolvente aroma de los panificados, que supo mantener la familia a modo de herencia del “tano” que arribara a la ciudad, como tantos inmigrantes.
Don Vitto Graziosetti llegó en 1924 junto a su esposa Elisa Bárbaro (hija de Aurelio Bárbaro), desde Italia, desembarcaron en Brasil, y se instalaron en Bonpland, tierra que vio nacer a sus hijas: Laura, Victoria y Emilia.
Luego, como muchos, se fueron trasladando y llegaron a la Picada Sueca, hoy Oberá.El viaje fue en carro, por los caminos de tierra y de selva que había en ese entonces.
Dos días antes de llegar a la zona donde actualmente se encuentra el Banco Nación, nació su hijo Arturo, justo debajo del carretón que los trasladaba. Al llegar a la actual calle Corrientes, comenzaron a vivir en una precaria vivienda de madera, pero más tarde Don Vitto asentó las bases y adaptó el lugar con inteligencia y esfuerzo para combinar sus habilidades en la elaboración de panificados con las necesidades de un pueblo en pleno apogeo.
Así, en noviembre de 1927, oficialmente abrió sus puertas la primera panadería comercial de la zona. Construida con las herramientas disponibles en la época, se convirtió el emprendimiento en una verdadera fábrica de pan. Nombrada en ese entonces como Panadería “Graziosetti”.
El 9 de julio de 1928 fue el único de profesión panadero que estuvo en el acto de fundación de la ciudad, en la Plaza San Martín.
Años más tarde nació su cuarta hija Mercedes. Es lindo recordar que todos los hermanos Graziosetti fueron a la Escuela N°185, que quedaba enfrente de su casa, y Laura Graziosetti fue la primera inscripta en ese momento. En 1931 nació el último de los hermanos, Laco Graziosetti. Y su madre falleció a los ocho meses de haberlo dado a luz.
En esa circunstancia, Laura, con apenas 11 años, se hizo cargo de sus hermanitos y de ayudar al Nono en la panadería.
La primera construcción de material fue la casa de la familia fabricada junto con Ángelo Sartori, vecino del lugar, quien también abrió la calle Corrientes con una troceadora y una mula, por orden del Gobernador Barreyro.
Con el correr del tiempo iniciaron el reparto de pan domiciliario en jardineras tiradas por uno o dos caballos.
Los primeros repartidores fueron José Benítez y Abel Díaz (hoy ya está jubilado, pero estuvo presente celebrando los 95 años).
Años más tarde, compraron una camioneta marca “Internacional”, con la que Laura Graziosetti, con 16 años, iba hasta Campo Grande a hacer el reparto de panes y galletas.
La panadería se fue perfeccionando y modificando con los conocimientos que trajeron de su Italia natal y con el rigor de los años, algunas máquinas fueron reemplazadas, pero el horno a leña construido en 1935 sigue prestando su eficiente servicio, todos los días.
Ahí se hornean el tradicional pan francés, las famosas galletas y galletones y las inolvidables chipas, entre otras especialidades.
Entre los productos más recordados se encuentran el pan sobado y el pan trincha, dos recetas que llegaron desde la Italia y se siguen produciendo actualmente.
Más tarde, el más chico de todos, Don Laco, socio fundador del Club de Cazadores, a quien le gustaba cazar y pescar, fue quien junto a su esposa Mercedes Petry, continuaron con el trabajo de su padre y años más tarde construyeron también el primer edificio de cuatro pisos de la ciudad, el Hotel Vito.
Primero, fundado en 1982, según contaron miembros la familia. Al fallecer Don Laco, dejó el legado en manos de su hijo Vitto Raúl, quien se encargó, junto a su madre: Mercedes, de mantener, prosperar y progresar en este delicado negocio de la industria del pan.
El 15 de noviembre se cumplieron 95 años desde la fundación de la panadería. “Desde 1927 haciendo historia”, es un slogan que se propusieron respetar los bisnietos Graziosetti, quienes hoy comienzan a ser parte de ella, agradeciendo especialmente a los panaderos y empleados de atención al público, quienes estuvieron y los que hoy están trabajando, a todos los proveedores y, con un cariño especial, “a nuestros clientes y amigos que constantemente nos eligen”.
Siempre agradecidos
Agradecen especialmente a los panaderos y empleados de atención al público, quienes estuvieron, y a los que hoy están trabajando, a los proveedores y, con cariño especial, “a nuestros clientes y amigos que nos eligen”.