Entender a Argentina o lo que pasa en el país es cuestión de razón… o de tripas. Depende del enfoque, la geografía y la relación que se tenga con el Estado y sus administradores.
Para la mayoría de los argentinos parece claro que el estado de las cosas dista mucho de lo deseado. La estructura económica está endeble como casi nunca antes y cada movimiento deja grietas de menor o mayor profundidad. Para otros actores, en cambio, la historia no es tan trágica o, depende de quien se trate, es más trágica que lo planteado.
Ayer, por caso, tres actores de peso en su relación con Argentina plantearon escenarios que equidistan uno de otro como la Quiaca de la Patagonia.
La calificadora internacional de riesgos Moody’s expresó que prevé un riesgo alto para el año electoral. Según indicó, el escenario será “zafar” antes de que todo “explote”.
“El escenario de Argentina a fin de 2023 es uno de donde más o menos se logra zafar sin que te explote todo”. En ese marco aclaró que “explotar” implica que la inflación pegue un salto a 150% y que afecte a la macroeconomía.
En las antípodas, el mayor acreedor del país, el FMI, advirtió que “es muy importante que Argentina mantenga el rumbo exitoso”. Fue la propia directora del Fondo, Kristalina Georgieva, la que expresó semejante optimismo al término de una reunión con el presidente Alberto Fernández en Bali, donde se desarrolla la cumbre del G20.
Paralelamente también habló el mandatario argentino, recientemente aquejado por un problema de salud, más precisamente una gastritis erosiva impulsada, según sus propias palabras, por “el estrés y los nervios; los médicos me pidieron que por favor pare un poco”.
¿Qué pasa en realidad entonces? Porque entre lo que Moody’s depara para los argentinos y el optimismo del Fondo Monetario, hay una sociedad que sólo sabe de sacrificios, carente de buenas noticias de impacto real y con expectativas de cara al futuro.
Una sociedad que aún espera señales de un Gobierno y un Presidente con margen acotado en la toma de decisiones que, encima, ahora deberá parar “un poco”.