Atravesado por la coyuntura, el consumo de los argentinos fue cambiando con el paso del tiempo y, desde hace algunos meses, de la mano de la aceleración de precios, comenzó a mostrar algunos signos más preocupantes que los de costumbre.
Muchos abandonaron las primeras marcas para consumir otras de segunda y tercera línea para darle más alcance mensual al poder adquisitivo.
Pero ocurre que la inflación corre mucho más rápido que las paritarias y cualquier medida del Gobierno y ello obliga a cambiar la estrategia, y ahora la estrategia parece ser dejar de consumir.
Es lo que acaba de detectar el Ministerio de Economía a partir de los datos de cadenas de supermercados del interior del país que registraron caída de ventas de 4% a 5%.
Aunque el dato en sí mismo es preocupante, la alarma se encendió cuando en Economía supieron que la retracción del consumo, en esta etapa de la crisis, se evidencia en productos esenciales como los lácteos, las carnes de cerdo y pollo y el aceite.
Es decir que ya no sólo se trata de bajos niveles de consumo de carne vacuna (hoy con los peores índices en un siglo), sino en rubros básicos que se encarecen por encima de la inflación promedio.
Datos de ese tipo abonan las proyecciones que hablan de un aumento drástico de la pobreza e indigencia durante este semestre.