Desde muy chico, Esteban Chamorro (30) quería ser docente. En primera instancia eligió las ciencias naturales, pero se encontró con que matemática, química, eran materias muy difíciles para el momento, y se inclinó por el arte, que es algo que siempre estuvo presente a través de su papá y de sus tíos, “que siempre dibujaron, pero nunca le dieron el lugar que merecía”. Con el paso de los años, los resultados están a la vista.
Contó que fue en uno de sus cumpleaños que sus padres, Raúl chamorro y Blanca Elisa Aguirre, le obsequiaron una carpeta tipo organizador y de esta manera, “una vez que me organicé, empecé a acumular los dibujos y a observar el proceso, el paso a paso, de cómo uno va evolucionando”. Dijo que ese simple hecho de acumular dibujos, lo llevó a decidir: “esto es lo que tengo que hacer. Y la carrera era Profesorado en Artes Visuales, sin lugar a dudas”.
Fueron cinco años de carrera, aunque admitió que “me costó terminarla porque comencé a trabajar. Mi primer empleo en el que tuve contacto con lo educativo fue en el Correccional de Menores del SPP, ubicado en el barrio Miguel Lanús, de Posadas, donde permanecí a lo largo de dos años”. Cuando esa misión concluyó, le avisan de una suplencia en el Instituto Madre de la Misericordia, donde le asignaron las salas de 5 y pasé de “estar con chicos de quince o 16 en situación de calle, vulnerabilidad, violencia, robos, a vincularme con niños de 5 años”.
Ahora Chamorro se desempeña como docente de sala de 4, de 5, y de primero hasta séptimo grado, y de primero a tercer año de la secundaria, es decir, que “en poco tiempo, abarqué todos esos niveles. En todos mezclo un poco mi pasión por la historieta, el dibujo y la caricatura, que siempre fue un recurso. Por ejemplo, cuando alguien brinda una charla, voy haciendo una caricatura y la obsequio al término de la exposición. Si bien la caricatura implica resaltar o exaltar rasgos o características, en mi caso jamás son ofensivas, por el contrario, trato de resaltar los ojos, un gesto. Siempre que alguien brinda una charla, mientras la escucho, voy haciendo la caricatura, es mi forma de concentrarme”.
En varias oportunidades, “me tocó hacer caricaturas para despedidas de solteros, cumpleaños, y para empleados que se acogen al beneficio de la jubilación”. Después que un directivo del colegio “Pedro Goyena” lo viera hacer caricaturas en un casamiento, lo contactaron durante tres años para realizar caricaturas de los chicos que egresaban de la institución.
Su sueño sería unir la historieta, la docencia y Star Wars, en una sola cosa y compartir eso con los chicos. “Y que ellos puedan recordarme, como yo recuerdo a mis profes”, señaló.
Por estos días, “no me están llegando pedidos, pero suele pasar en fechas como despedidas. Los pedidos grandes se deben hacer con mucha anticipación, expongo cuanto tiempo tengo, cuanto me lleva, y después me tienen que pasar la fotografía actualizada y de buena calidad”. Enseguida, trata de organizarse y buscar los materiales que suelen ser acrílico, lápiz y un cartón especial o, en caso que sea digital, se imprime en un papel más grueso. Me voy haciendo conocido con la publicidad de boca en boca. Me llama la atención el que hace las caricaturas estando presente con la persona, el que dibuja rápido. Estando al frente de la persona, tenes más información. Si el modelo se mueve, veo los gestos, la expresión, y en una foto se ve sólo una parte, lo que vuelve muy limitada la información que tenes”.
Esa misma pasión que “me mueve a hacer esto, trato de llevarla a la escuela, a compartirla con los chicos, que también es la forma de enganchar a algún chico que no sabe cómo expresarse. Siempre el arte estará disponible para esa gente que no tiene herramientas para expresar y contar todo. Es que puedo hablar normalmente, pero por ahí, a la hora de expresar algunas cuestiones, esta será la herramienta principal”, manifestó el docente, egresado del Instituto Montoya. También trata de mostrar a los alumnos que hay otras opciones, “que pueden tener otras ideas, elegir otras cosas, y que no siempre es lo mismo. A los adolescentes les digo que también fui adolescente, y que son momentos difíciles. Pero hay que sobrepasar, sobrellevar. Les cuento mis historias, les llevo y muestro mis personajes, y veo sus caras de asombro cuando les digo, me gusta Star Wars, me gusta El señor de los anillos, Stranger Things, y los chicos dicen: ‘el profe mira esas cosas’, entonces uno encuentra esa sintonía. Y llegó a tal punto que tengo mi traje completo de los Stormtroopers de Star Wars, que me regalé el año pasado y que a veces lo llevo a la escuela, como mi herramienta de trabajo”.
Como referentes citó, entre otros, a los creadores de la serie de historietas “El Eternauta”, Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López; al ilustrador Mike Mignola, creador del cómic Hellboy, y a Salvador Sanz.
“Todo lo que sirva, lo que a mí me gusta, trato de compartir con los chicos. Eso me quedó de los profesores que tuve”, dijo, al tiempo que mencionó a dos que “me marcaron mucho”, como es el caso de Marcelo Allende y Roberto Genesini. Para Chamorro, la docencia implica el total desapego de lo que uno tiene, compartir el conocimiento, no ser egoísta. Espero que los chicos vuelvan algún día, así como volví yo a la Madre de la Misericordia y me digan profe, somos colegas”.
Diversidad de materiales
En la carrera de artes visuales se produjo el primer gran contacto con el acrílico, los marcadores especiales, los lápices especiales, “pero siempre fue papel blanco y lápiz común, y de a poco el óleo, que lo conocí, pero no me quedé con eso. Pero me llamó mucho la atención lo digital”.
Sus padres, que siempre están detrás, “apoyándome en todo, me compraron una tableta, y hace poco, gracias al trabajo que tengo, pude adquirir una más especializada y, así, de a poco, uno va agregando más herramientas de trabajo, y dándose unos gustitos”.
“Pude unir algo que me gusta, con otra cosa que me gusta, que es estar frente al aula. No me concibo en otro lugar que no sea ese. Como profesor, siempre trato de dar opciones. Cuando hay consignas, siempre son muy amplias para que los chicos vean de qué forma pueden llegar todos al mismo resultado”, celebró este admirador de Ariel Tarico.
Con los chicos de la cárcel
Chamorro tenía 20 años y cursaba la carrera de artes visuales cuando un docente le cursó una invitación para trabajar. “Sin especificar mucho, indicó que querían un varón que enseñe artística cuando en mi carrera predominan las mujeres. En un colectivo urbano fuimos hasta Miguel Lanús e ingresamos a las instalaciones del Correccional de Menores. Era un galpón enorme donde estaban chicos que eran menores pero que por su aspecto, parecían mayores. Nunca había estado con nada de ese mundo. Fueron dos años con muchas anécdotas, de muchas experiencias y siempre digo a mis alumnos que ver esas cosas, hace que uno valore lo que tiene. Estaba con ellos durante dos horas semanales, pero bastaban para que se impregnen en la nariz los olores, la humedad, ver esa situación. Como eran menores, los tutores los llevaban y los traían cuando volvían a delinquir. Era como rutinario. En ocasiones, veíamos noticias de hechos en los que estaba involucrado algún menor en el interior de la provincia, y sabía que en breve lo iba a tener con nosotros”, expresó desde la sala que atendió a Ko´ape y donde todo alrededor es expresión artística.
Ese trabajo terminó su ciclo y “me resultó difícil porque estaba acostumbrado a mi rutina, me gustaba, aunque a veces se complicaba porque había peleas. Me sentaba con los que tenía que trabajar, y había otros que estaban en la cocina, o haciendo fútbol, y se armaba una u otra pelea, y había que llamar a los guardias”.
“La idea es hacer una historieta, que es el sueño de todo dibujante. Es el gran proyecto que tengo en mente. Para eso acumulo dibujos digitales, personajes, la historia. Vengo trabajando desde hace años, pero todavía está lejos porque requiere de mucho tiempo y dinero. Será con personajes propios y un poco autorreferenciales”.
Pero en ese lugar, “creo que dejé una enseñanza. Cuando me presenté era un grupo grande, de unos veinte chicos, a los que saludé, pero no tenía experiencia laboral, sólo las prácticas propias de la facultad. Me senté en el medio y les empecé a contar qué era lo qué íbamos a hacer, que íbamos a dibujar, que íbamos a traer materiales, y de repente fueron quedando los que querían, a los que les interesaba el arte. Como fumaban dentro del curso, se tiraban las colillas, pero al final, comencé a notar que se pasaban las cosas, que agradecían, incluso con algunos después me cruzaba afuera, en el colectivo, y me decían cómo estás maestro”.
Al salir, vino la invitación para formar parte de su exescuela, la Madre de la Misericordia, y “la acepté con todo gusto. Mejor imposible. Y fue bajar nuevamente. Hay días en los que estoy con sala de 5 hoy y al rato tengo tercer año del secundario. Es una bajada y subida de energía. Me chocó en un primer momento porque era pasar de estar con cinco varones de quince años, a estar con 30 pequeños de 5 años, fue un cambio de energía. Los chiquitos de cuatro o cinco años, son como los Dementores de Harry Potter, que te absorben la energía. Tenes que entrar con mucha pila para sobrepasarlos a ellos, pero vos salís hecho flecos. Pero así es la labor docente”.
El sueño de Chamorro sería unir la historieta, la docencia y Star Wars, en una sola cosa y compartir eso con los chicos. Y que ellos puedan recordarme, como yo recuerdo a mis profes. A lo chicos les digo que “siempre sigan, sin vergüenza y sin temor, los gustos que tienen. Que no teman el qué dirán porque de eso se trata la madurez, es seguir y no esconder lo que a uno le gusta. Afortunadamente, tuve la ventaja de tener padres que acompañaron y docentes que supieron estar en los momentos que nos marcan”.