El jueves pasado, el Banco Central subió la tasa del plazo fijo tradicional en 8,5 puntos porcentuales y la fijó en 69,5%, lo que equivale a una tasa efectiva anual (TEA) del 96,5% con el objetivo de “aumentar el incentivo al ahorro en pesos”.
Pero, en un contexto en el que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de julio llegó al 7,4%, el peor dato de inflación mensual desde abril 2002, los economistas consideran que no es suficiente y advierten sobre algunos efectos colaterales.
“El Banco Central corre de atrás a la inflación con la suba de tasas porque siempre es una reacción al índice del mes previo y, en realidad, debería aplicarse un alza teniendo en cuenta la inflación futura y no la pasada”, observa el economista experto en mercado de capitales Christian Buteler.
Con la nueva tasa fijada por el Gobierno, los plazos fijos de personas humanas a 30 días de hasta $10 millones pasaron a tener un rendimiento mensual de 5,79% (TNA).
Para el economista y director de CyT Asesores Económicos, Camilo Tiscornia, si bien “la suba de tasas fue muy fuerte y es una buena señal para el mercado porque los rendimientos de los instrumentos en pesos se acercan un poco más a los niveles de inflación proyectados, aún son bajos teniendo en cuenta el índice de precios de julio del 7,4% y el previsto para agosto, que espera que esté por encima del 6%”.
“Si la inflación bajara un poco en los próximos meses, la relación empezaría a ser más positiva”, anticipa a iProfesional Tiscornia.
Tiscornia y Buteler coinciden en que está bien que se aplique un incremento en la tasa, pero creen que debería ser un poco más agresivo para evitar que siga subiendo el índice de precios. “Hemos visto durante todo el año que, a los 30 días, la suba de tasas termina siendo negativa aunque haya sido positiva en un inicio”, dice Buteler.
Créditos
“La tasa no sólo premia a quien se queda en pesos, sino que también se le encarece la toma de crédito a quien necesita financiarse”, señala Buteler. Y explica que eso es, en parte, lo que quiere el Gobierno: que haya menos dinero circulando y eso permita bajar los precios y el dólar.
Pero eso trae, por un lado, un efecto contractivo en la actividad económica porque a muchos empresarios no les dan los costos para pagar gastos financieros tan altos a la hora de financiarse a través de un crédito y se limita la inversión. “Con costos financieros tan altos, el inversor lo piensa dos veces y evalúa también lo que puede pasar con el tipo de cambio”, dice Buteler.
Para Tiscornia, otro gran problema colateral de la suba de tasas es que se incrementa también el costo de los intereses de las LELIQ para el BCRA. El rendimiento de ese instrumento de absorción de liquidez se elevó 9,5 puntos porcentuales para alcanzar el mismo nivel de la tasa del plazo fijo, del 69,5%.
El economista apunta que, por un lado, sube el costo que el BCRA debe pagar por estos instrumentos a los bancos y, por otro, “eso es también perjudicial para el proceso de colocación de deuda del Tesoro que tiene que ofrecer cada vez una tasa mejor por sus instrumentos de deuda para que sean atractivos”.
Así, plantea que esta consecuencia de mejoras de rendimientos que aplicó el BCRA puede ser perjudicial para el déficit fiscal.
Finalmente, Tiscornia señala analizar cuál es la relación entre el nivel de tasa y el crawling-peg. “El 5,8% actual está en línea con el ritmo del tipo de cambio mensual. A los ahorristas que quieran cubrirse ante una eventual devaluación les puede resultar conveniente la nueva tasa respecto a la evolución del dólar oficial, pero es muy justa la relación también con esta variable”, dijo.