Hay varios cables que los funcionarios del equipo económico miran con extremo cuidado, porque deben operar un circuito interconectado, y no hay mucho margen de fallar.
La cantidad de pesos y dólares que hay en la economía componen hoy una mezcla inestable, básicamente por el exceso de los primeros y la apremiante falta de los segundos.
El Banco Central resolvió salir al rescate de la deuda ligada al CER, cuya renovación ya había quedado en terreno incierto antes de la salida de Martín Guzmán. Fue una jugada que sus autoridades consideraron inevitable, porque si no había un gesto fuerte que transmitiera respaldo, el Tesoro (tanto para Guzmán como ahora para Silvina Batakis) corría el riesgo de quedarse sin financiamiento doméstico.
Al menos 1 billón de pesos entraron al mercado, un cuarto de la base monetaria, que ahora están atrapados en manos de bancos e inversores que solo tienen una preocupación: depositarlos en un activo que preserve su valor con el menor riesgo posible.
El problema para el Gobierno es que la principal ruta de salida para esos pesos no son los instrumentos de deuda, sino los dólares financieros.
La gran paradoja de estos días es que al mismo Estado que inyecta pesos por un lado, le faltan por el otro.
La sensación predominante es que ya sea el rojo del Tesoro o el valor de los títulos y letras emitidos en estos meses, será el BCRA quien ponga el pecho para resolver el problema. Y tarde o temprano, esa masa de moneda terminará dando más aire a los precios.
Recientemente el presidente Alberto Fernández volvió a hacer referencia a los especuladores que hacen subir el dólar financiero. Sus expresiones no sorprendieron, ya que forman parte del relato político al que cada tanto suele apelar el Frente de Todos.
Pero en el contexto actual, no ayudan a contrarrestar el problema que le quita el sueño a sus funcionarios.
Lo que se advierte es que la política está, otra vez, apostando a que sus herramientas sean más efectivas que las recetas económicas tradicionales.
Se nota con la avanzada de la Aduana sobre operaciones irregulares de comercio exterior que activan castigos verbales de la Vicepresidenta. O la decisión de prorrogar por decreto una moratoria previsional que tuvo media sanción del Senado sin que fuese tratada por la Comisión de Presupuesto.
Hay pesos, pero nadie se los quiere dar al Tesoro. Y hay dólares, pero no pasan por el Banco Central.
Cristina ya tiene un diagnóstico sobre los dramas de la economía bimonetaria. Solo falta aplicarlo.
Por Ariel Cohen. Publicado en El Cronista.com