“De tan dramático que resulta, a veces es difícil pensar que el país pueda empeorar”… no pasaron siquiera veinte días de esa editorial publicada en esta misma columna y los argentinos probamos el rigor de la peligrosa hipótesis.
“Argentina es un país acostumbrado a correr los límites, a llevar las cosas más allá de los extremos… y uno de ellos se corrió fuertemente”, agregaba la editorial de principios de julio. Y la dirigencia nos volvió a demostrar que, cuando se trata de correr los límites, no hay fronteras ni rubores que no puedan trasponer.
Se termina una de las semanas más dramáticas de esta saga de crisis que comenzó hace años y que se profundizó con la toma irresponsable de un crédito monumental y una pandemia brutal.
La seguidilla de malas decisiones y la falta de empatía de buena parte de la dirigencia hicieron el resto para llegar a descartar de nuestro vocabulario aquello de que “peor no se puede estar”.