El informe UNESCO (2015) plantea la preocupación por dos aspectos previamente identificados en el informe DELORS (1996): “aprender a ser” y “aprender a convivir”, y la consecuente necesidad de humanizar las relaciones en el ámbito escolar.
Sin duda la escuela requiere una nueva mirada, una nueva manera de gestionar las relaciones, el conflicto y el aula. Una nueva mirada en que el docente más allá de transmitir conocimientos pueda facilitarlos, en la que se involucre todo el sistema.
Si bien el paradigma restaurativo en algunos lugares se consolida en sintonía con la normativa aplicable, lo cierto es que, hoy por hoy, mayormente la escuela sigue gestionando los conflictos y sus relaciones desde lógicas punitivas: busca culpables, victimarios, mira hacia atrás y castiga.
El enfoque restaurativo puede ser un gran aporte para esta gesta, en lo que a relaciones y conflicto en el aula refiere. Nadie duda de la ineficacia del castigo para influir positivamente en una conducta, sin embargo, ante el menor episodio, se trate de familias, docentes o alumnos, todos piden sanción, expulsión y medidas punitivas, en el afán de “hacer justicia”.
Los invito a revisar creencias, -que en definitiva constituyen el espacio donde se asientan estas lógicas, – a partir de algunos dichos emitidos por los distintos actores que componen el sistema (padres, madres, docentes, alumnos, etc):
• La letra con sangre entra.
• El docente que haga algo, para eso le pagan el sueldo.
• Acá los padres vienen y depositan a los chicos, a este chico le falta “lazo”.
• La culpa es tuya por vestirte así.
• Tengo que poner orden y el orden viene con la sanción.
Seguramente alguno de estos dichos o frases les resonará, ya sea que coincidan o lo repudien, lo cierto es que en su mayoría son estas creencias las que sostienen un enfoque que no resulta suficiente para la gestión del conflicto hoy por hoy.
Los cambios de paradigma son complejos, abandonar la creencia que el castigo es necesario no es fácil tras años de ser educados de esa manera, sin embargo, es urgente ampliar la mirada. La implementación del enfoque restaurativo precisa un cambio de percepción respecto a la disciplina, su propósito, sus prácticas y la asunción de valores propios de éste campo: respeto, colaboración, valoración del otro, apertura y confianza.
La mirada restaurativa busca romper con el esquema punitivo de gestión de la convivencia -ante tal falta, tal sanción-, aportando una nueva perspectiva que plantea la transformación de los conflictos desde la asunción de responsabilidad y reparación del daño.
Si bien son enormes los desafíos que encuentra la gestión escolar para dar este salto: urgencias, burocracia, multiplicidad de actores, etc., hay uno en el que quiero hacer hincapié: me refiero a la disonancia entre las expectativas e ideales de la escuela y los valores culturales fuera del aula. En el aula el docente aspira a que sus alumnas/os trabajen para alcanzar objetivos y desarrollar satisfactoriamente sus necesidades, valora el esfuerzo, pretende la comprensión y la escucha, etc., sin embargo, estos valores no se ven reflejados en una sociedad que cuando no le gusta algo cancela y resuelve los conflictos con violencia o desde el poder. De este modo, el aula y la sociedad mantienen una relación de incongruencia a los ojos de los alumnos/nas que genera más conflictos en la conducta escolar.
Hoy me enfoqué en esa dificultad porque se trata de un área en que todos tenemos algo por hacer.
En cada conflicto y dificultad, hay una oportunidad para crecer. Capitalizar los aprendizajes en gran parte depende de cómo gestionamos la crisis. Las prácticas restaurativas generan espacio de posibilidad para influir en el sistema. Los invito a mirar restaurativamente.