Como cada 31 de mayo, el martes se conmemoró el Día Mundial sin Tabaco, para alertar sobre los efectos sobre la salud y la calidad de vida que genera el consumo de ese producto.
Por dar algunos números concretos y contundentes, desde la Federación Argentina de Cardiología (FAC) precisan que en Argentina muere un promedio de 851 personas por año debido a causas relacionadas al consumo de tabaco y se invierten más de 33 mil millones de pesos en costos directos de salud.
Si bien la cantidad de fumadores en el país es descendente en los últimos años, el 22,2% de la población adulta consume tabaco, lo que representa una de las más altas de la región.
La edad de inicio en el consumo -cada vez más corta- y la creciente tendencia al cigarrillo electrónico (actualmente el 1,1% de la población los consume, pero sobre todo en las generaciones más jóvenes) también son motivos de grave preocupación.
En ese marco, la médica cardióloga Vanesa Gregorietti, miembro de la FAC, alertó en diálogo con la FM 89.3 Santa María de las Misiones sobre “la cantidad de años que nos quita el tabaco: al haber fumado, una persona tiene una reducción de la sobrevida de entre 10 y 15 años, o sea, que se muere 10 ó 15 años antes que una persona de las mismas características pero que no fume”.
A ello hay que sumar todas las patologías vinculadas al pulmón, a la laringe y la predisposición a muchos tipos de de cáncer, pero también “la aparición de efectos cardiovasculares, no solamente el infarto de miocardio, sino el accidente cerebrovascular: los pacientes que fuman tienen mucha más propensión a tener infartos y ACV. Y no solo se trata de la mortalidad, sino de las secuelas que muchas veces ocasionan estos males, así que es importante estar informado y tratar de concientizar”.
También mostró su preocupación por la edad cada vez más baja a la que se inicia el consumo de tabaco: “Los chicos comienzan cada vez más más jovencitos: hace un par de años eran 12-13 años y ahora ya comienzan a los 11 e incluso 10, así que sabemos que la mayoría de los chicos a los 15 años ha probado el cigarrillo por lo menos, y más de la mitad ha incorporado el hábito tabáquico, así que es un problema realmente”.
Otro punto tratado durante la extensa entrevista fue el impacto sobre los llamados “fumadores pasivos”, es decir, de quienes comparten su vida o parte de ella con un fumador. “Si bien no tiene el mismo impacto negativo que tiene sobre el fumador activo, también se lleva una una parte bastante mala y hay descritas patologías graves vinculadas” a esta situación, advirtió.
“Estoy hablando tanto de índole cardiovascular como de otras patologías vinculadas al fumar de manera pasiva, así que no solamente uno debería cuidarse para sí, sino para para los que queremos, para los compañeros de trabajo, para el resto de la familia. Es un hábito que tendríamos que desterrar, pero si no podemos, que al menos comprendamos el daño que le hacemos a los nuestros fumándoles al lado, el hecho de fumar en las casas, en los trabajos, en los clubes”, sentenció.
Desde el punto de vista de la cantidad de consumo, Gregorietti puntualizó que “por supuesto es mejor fumar menos, pero lo que uno aspira como médico es tabaco cero, una vida sin tabaco, que es lo que realmente va a hacer la diferencia. No nos engañemos: el fumador no es que fuma uno o dos (cigarrillos), es una adicción y sabemos que ante una situación de estrés, el que tiende a fumar va a fumar un paquete en determinados momentos, así que lo ideal es desterrarla por completo de nuestra vida”.
Otros conceptos importantes
“Si dejo de fumar voy a engordar porque me voy a comer todo lo que encuentre”
Es una frecuente excusa para no abandonar el hábito, pero la profesional aclaró que es “una falsa creencia: no es que el dejar de fumar engorda, sino que es el hábito. La nicotina tiene ciertas cuestiones vinculadas al apetito, pero está más vinculada a la ansiedad. Sería mucho mejor si uno tomara el hábito de salir a dar una vuelta a la manzana cuando se enoja en vez de prender un pucho”.
“Dejé de fumar y estoy usando el cigarrillo electrónico, que es menos nocivo”
Según Gregorietti, “la realidad es que cuando se ha estudiado no se ha visto gran beneficio, lo ideal es tratar de desterrar, pero es lo mismo que la afirmación de fumar 10 versus 1. Lo ideal es dejar el hábito, y para el que se le hace muy difícil hay chicles con nicotina y algunos tratamientos puntuales. En algunas personas muy puntuales y en algunos casos muy específicos, el cigarrillo electrónico puede llegar a tener su beneficio, pero de todos modos no es una conducta que el paciente deje de fumar y cambiarlo por el cigarrillo electrónico, que tiene un montón de complicaciones“.
Por eso propuso como meta “que el paciente destierre el hábito tabáquico es la mejor manera de de cuidarse, y cambiarlo por algo que sea más productivo: comer saludable, salir a caminar, hacer alguna actividad física que le guste”, agregó.
¿Al dejar de fumar, los pulmones “rejuvenecen”, se recuperan de toda esa etapa de fumador?
“Lo cierto es que hay un porcentaje que se puede recuperar, así como las arterias. Aquel que tiene arterioesclerosis o el que tiene impacto pulmonar, tiene un porcentaje en el cual puede retrogradar esas lesiones si fueron realmente causa el cigarrillo, como sucede en la gran mayoría de los casos. Pero está vinculado también al tiempo de exposición: no es lo mismo alguien que ha comenzado a fumar hace dos años que alguien que ha comenzado hace 30. Probablemente el daño que se ha generado durante largos periodos y mucha cantidad, haya ciertas lesiones que no sean factibles de desaparecer, pero hay muchas que sí: se disminuye sustancialmente riesgo de accidentes cerebrovasculares al dejar de fumar y a medida que nos alejamos de la última pitada, va disminuyendo ostensiblemente el riesgo cardiopulmonar. Y también no es que nunca más va a padecer una enfermedad neoplásica, pero seguramente podamos atrasarla mucho más: aquel que tiene predisposición a tenerla no es que no la va a tener, pero probablemente, si deja de fumar, la va a tener 10 ó 20 años después”.