Hace 86 años, en febrero de 1936, se inauguró el hospital doctor Pedro Baliña que inicialmente era monoclínico, destinado exclusivamente a la atención de enfermos de lepra. Luego, en 1980 fue evolucionando y se transformó en un hospital de enfermedades infecciosas.
Cuando se inauguró este espacio en Posadas, hacía 10 años (1926) que se había sancionado la Ley de Profilaxis de la Lepra, conocida como Ley Aberastury (Nº 11.359) proyecto del doctor Maximiliano Aberastury, que fue reemplazada recién en 1993. Había entonces una clara consigna: el aislamiento de estos enfermos era obligatorio, de por vida e incluso con el empleo de la fuerza pública si hubiera desacato.
En el país, además de Misiones también se fundaron hospitales en Córdoba, Entre Ríos, la isla del Cerrito (en la confluencia del río Paraguay con el río Paraná) y el Sommer, en Buenos Aires. Este último, el hospital nacional Baldomero Sommer, el último leprosario que funciona en la Argentina.
El médico, Rafael Miranda, responsable del programa de lepra de Misiones contó a PRIMERA EDICIÓN que “el hospital doctor Pedro Baliña era una colonia, uno de los tantos leprosarios que había en el país. Se internaban exclusivamente enfermos de lepra y esto se mantuvo hasta el año 1988, donde se transformó en un nosocomio que atendía enfermedades infecto-contagiosas como el VIH, tuberculosis y la lepra, que ya quedaban muy pocos”.
Miranda llegó al Baliña en 1980. “Antes los pacientes eran internados y hacían prácticamente una vida dentro del hospital, por la Ley Aberastury, no podía salir, desarrollar ninguna actividad, no podían trabajar. Cuando llegué, algunos pacientes estaban internados en el pabellón del hospital y otros, en el predio que era muy grande, tenían sus ranchos muy precarios, pero vivían todos dentro de ese espacio. No tenían vida social fuera del hospital”, describió.
Describiendo cómo las cosas cambiaron en la actualidad, Maidana aseguró que un paciente con lepra puede desarrollar una vida totalmente normal, “realizar sus tareas laborales y sociales como cualquier otra persona. Antes, por ley estaba estipulado que tenía que estar internado”, remarcó.
Además, contó que algunos trabajaban en un aserradero que había en el lugar o plantaban. Incluso hacían las compras en una pequeña proveeduría muy básica que tenían en el predio o pedían que el personal les hiciera algún mandado de algún producto en especial.
Si bien en algunos casos la palabra “lepra” sigue siendo “estigmatizante, no sólo entre la población general sino, increíblemente, dentro de los propios médicos, es una enfermedad infecto-contagiosa pero es importante saber, que no se enferma el que quiere sino el que puede. Se tiene que tener cierta predisposición, es decir el sistema inmunitario tiene que tener una carencia, faltar defensas para que se pueda contagiar”, precisó el especialista.
La lepra afecta principalmente la piel y los nervios periféricos y su transmisión se da por contacto directo y prolongado entre un enfermo no tratado y una persona susceptible de contraer la enfermedad. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el 90% de las personas poseen defensas naturales contra la lepra. “Existen tres drogas con las que se trata habitualmente, es absolutamente curable y si es diagnosticada oportunamente no deja ninguna secuela”, aseguró Miranda.
Asimismo, explicó que el tratamiento es ambulatorio e incluye el uso de antibióticos, antiinflamatorios y el control de las secuelas. La medicación es entregada gratuitamente por el Programa Nacional de Control de Lepra, del Ministerio de Salud de la Nación.
Según la estadística, el 90% de la población posee defensas naturales contra la lepra y, además, sólo una parte de los enfermos no tratados (los más bacilíferos) son contagiantes. La lepra es de muy difícil contagio; sin embargo, en nuestro país aún se detectan entre 300 y 400 casos nuevos por año.