Jaqueado por un pasado deprimente, un presente sumamente complejo y un futuro difuso, el Gobierno apela una vez más a la exhortación al optimismo basada nada más que en deseos.
Los datos técnicos que la Casa Rosada intenta “vender” como recuperación récord contrastan enormemente con la realidad cotidiana de millones de familias en el país.
Y frente a la contundencia de los datos duros de la realidad, se vuelve a apelar a la venta de esperanza basada en la nada misma… no aprenden.
Ayer, en medio de la tensión por la escalada inflacionaria, una autoridad del BCRA adelantó que la inflación de abril (que se conocerá mañana) se “desaceleró”, aunque sin dar mayores precisiones. Está claro que repetir el 6,7% de marzo sería un escándalo y ameritaría recambios en el elenco. Pero casi no hay diferencias entre eso y vender una desaceleración mentirosa.
Y es que las estimaciones privadas, a menudo mucho más creíbles y certeras que las del oficialismo, dan cuenta de un índice cercano al 6% para abril. Que el Gobierno intente vender eso como una desaceleración huele a estafa.