Asistimos una vez más a la lamentable incertidumbre que debieron padecer miles de usuarios del transporte público de pasajeros de corta y media distancia en Misiones (como en muchos lugares del país), ante el conflicto que se sostiene entre la UTA y las cámaras empresarias (aunque la medida de fuerza haya parecido más un lock out patronal, a partir del reclamo que los concesionarios de los servicios vienen sosteniendo con el Estado por mayores subsidios).
Por un lado, el Ministerio de Trabajo de la Nación dictó una conciliación que en el tiempo de las tecnologías que hacen inmediatas las comunicaciones, horas después de dictada la disposición no se la habían trasladado a la UTA. Y por lo tanto, los choferes se hicieron los desentendidos y en algunas ciudades avanzaron con la medida de fuerza.
Entre los medios de comunicación, las redes sociales, la viralización de audios de choferes y el “se dice que”, los pasajeros frecuentes ya no sabían qué creer. Es que la UTA, como ya es habitual, mantuvo silencio oficial. Y muchas empresas hicieron lo propio en ese aliento que le dieron al paro para tener una nueva carta que jugar, para presionar por mayores aportes de los Estados nacional, provincial y municipales para sus negocios.
¿Cuándo será el día que los usuarios dejen de ser los rehenes de las disputas económicas y de poder de trabajadores, empresas y Gobiernos?
Hoy, muchos habrán amanecido esperando un colectivo que nunca llegó, a pesar de la conciliación. Otros, habrán contratado un remís o taxi o arreglado con compañeros que los pasen a buscar “por las dudas”, generando mayores gastos en la economía familiar para no faltar o llegar tarde al trabajo, al escuela de los hijos o hasta un turno médico que costó conseguir. En esa repudiable incertidumbre funciona este servicio esencial.