Integró el Batallón Infantería de Marina (BIM) 5, uno de los más reconocidos por su accionar durante la Guerra de Malvinas y tiene miles de vivencias, pero considera que “todos fuimos a Malvinas y no vale la pena contar cada sufrimiento particular porque todos cicatrizamos esas heridas a nuestro modo y yo lo hago a través del reconocimiento para quienes compartieron esos duros momentos”, explicó Héctor Oscar Fernández, excombatiente.
Sentado en el living de su departamento en la lluviosa mañana posadeña, Fernández recibió ayer a PRIMERA EDICIÓN, amable, muy bien predispuesto al diálogo, pero marcando en todo momento la necesidad de hablar en presente a través del trabajo de años y sin olvidar el pasado, para ubicar a quienes compartieron cada momento de esa historia en el lugar que les corresponde y no en un simple recuerdo.
“Mi actuación en Malvinas siempre lo tomé como un deber dentro de la Constitución Nacional, una prioridad y viví las consecuencias de ello, que me las reservo interiormente porque fueron situaciones límites que pasamos, donde los miedos, dolores y los fantasmas perduran, que tienen una continuidad en la posguerra. Lo importante para mí es resaltar el valor de esos jóvenes que cumpliendo el Servicio Militar Obligatorio en la década del 80 supieron estar a la altura de los acontecimientos vividos”, señaló Fernández con mucha entereza.
Reconoció que lo más difícil para él “fue la posguerra, aún más que el conflicto bélico. Fueron momentos muy difíciles en la etapa de desmalvinización. Tengan en cuenta que sobre nuestra espalda cargábamos con 18 años y el peso social de que éramos los loquitos de la guerra, vulgar y conceptualmente. En ese sentido la sociedad de Misiones fue y es un ejemplo porque ya en la década del 80 nos permitieron reinsertarnos que era uno de los objetivos primordiales”.
Remarcó que “todos pasamos por una situación límite en ese momento. Entrar en detalles no viene al caso, respeto a quienes lo hacen. Yo estuve en el combate efectivo y muchos de los quedaron allá y ni regresaron fueron compañeros míos. Mi prioridad permanente es que en la memoria colectiva de los argentinos se siga recordando a los verdaderos héroes que son los exsoldados que quedaron en Malvinas”.
Número alto, al Sur

La Guerra de Malvinas lo encontró a Oscar Fernández con 18 años, como conscripto. Por el número alto con el que había salido sorteado le tocó cumplir con el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón Infantería de Marina Nº5, en Río Grande, Tierra del Fuego.
“Cuando comenzó el conflicto yo llevaba once meses como conscripto, ya estaba aclimatado a la zona pero otros que venían de Corrientes, por ejemplo, se topaban con temperaturas que en Malvinas en esa época eran de 25 grados bajo cero. Pero recalco que fueron circunstancias que se fueron dando tanto de Río Gallego, Comodoro Rivadavia, Río Grande y Ushuaia, donde las comunidades lo vivieron de otra forma. Por eso es importante resaltar lo que Misiones hizo, de reconocer a los misioneros que debieron movilizarse dentro del continente. La realidad de situación de haber vivido y destacar cada uno como veterano de guerra para mí es incluirnos a todos los argentinos en esa misma situación. Todos los argentinos tenemos la hidalguía, capacidad y valores de que las Malvinas son nuestras, no creo una condición única para destacar a uno solo como veterano de guerra sino que todos vivimos la misma situación, como hoy está ocurriendo en el conflicto entre Ucrania y Rusia”.
Los registros indican que el 14 de junio de 1982 Héctor Oscar Fernández y los integrantes del BIM Nº5 después de ardua lucha y resistencia, en amplia inferioridad de condiciones, situación admirada y destacada por los propios ingleses en distintos documentales, recibieron la orden de sus superiores de rendirse. “Desde ese momento fuimos prisioneros de guerra, me retuvieron hasta el 20 de junio cuando fui evacuado en el buque hospital Almirante Irizar hasta Ushuaia, donde pasé a mi Unidad, el Batallón Nº5 donde tuve que cumplir mi período del servicio militar hasta el 4 de septiembre de 1982 cuando recién pude volver a mi provincia natal”, recordó.
Agregó que “la desmalvinización me permitió madurar y comprender muchas situaciones, afianzarme y poder acompañar a muchos veteranos en el transcurso de estos 40 años y reinsertarnos en la sociedad. Desde entonces han fallecido más de 1.500 veteranos de guerra que llegaron a situaciones de suicidio, que no pudieron afrontar el día a día. Hoy seguimos trabajando y ya nos están acompañando los hijos de los veteranos de guerra”.
Conocer si el regreso a Malvinas era inevitable y la respuesta refleja la claridad de un sentimiento, de una forma de vivir: “Volveré cuando no tenga que usar un pasaporte para ingresar a un lugar que es nuestro, de todos los argentinos”.