El presente año ya transita su segundo mes y entre las novedades cuenta el principio de acuerdo con el máximo acreedor del país, lo que permitirá quitarle algo de tensión a la estructura económica argentina.
Pero si no se cambian las maniobras y las formas de gestionar la larga crisis que sufre el país, entonces no se puede pensar en que el resultado será otro al obtenido el año pasado.
La inflación, un fenómeno al que los argentinos nos acostumbramos pero que no por ello deja de lacerar nuestras economías, sigue ahí tan potente como destructiva… y nada lleva a pensar que ello vaya a cambiar.
En pocos días el INDEC dará a conocer el Índice de Precios al Consumidor de enero, una cifra que seguramente equivaldrá a los casi cuatro puntos porcentuales de diciembre.
El problema entonces sigue allí y desmenuzarlo vuelve a dejar desnudo al Gobierno porque la escalada de precios sigue concentrándose en los alimentos, tal y como sucedió el año pasado.
Las verduras, por ejemplo, sufrieron un incremento promedio del 33%. Aunque con aumentos inferiores a los de la verdura, la carne no dejó de aumentar al igual que los lácteos.
La aceleración de precios en ese segmento repercute en todos los estratos sociales, pero lo hace directamente en los sectores más vulnerables, volviendo la crítica en las promesas de la actual administración que prometió dirigir casi todos sus esfuerzos en asistir a los más humildes.
El escenario hoy difiere de 2021 por el acuerdo con el FMI, pero de no tomar medidas distintas el resultado seguirá siendo el mismo.