Después de todo un año de trabajo, hemos iniciado este tiempo de vacaciones de verano, que es una oportunidad para fortalecer nuestras relaciones interpersonales tanto en la familia, como en los entornos sociales donde nos movemos.
Más allá de nuestras limitaciones económicas, que tal vez no nos permiten realizar un viaje, es un tiempo de descanso que nos invita a plasmar una profunda revisión de nuestra vida desde el silencio, la escucha, el compartir con los demás, en contacto con la naturaleza que nos rodea.
Frente a la tendencia del individualismo que reina en la sociedad posmoderna, lograr la comunión desde la interdependencia es un gran desafío. Como seres humanos siempre aspiramos la plenitud, sin perder nuestra libertad e independencia.
Sin embargo sabemos que la verdadera alegría está en el compartir, en la entrega generosa de todos los días. En este tiempo que podemos estar más cerca de nuestros seres queridos quisiera reflexionar sobre la importancia de la comunión como clave para la convivencia y llegar a la plenitud.
En este sentido una de las características que nos marca como seres humanos es la interdependencia. Es que necesitamos del otro para sobrevivir, para superarnos, para realizarnos y sentirnos felices en la vida.
En verdad lo que da sentido a nuestra propia vida es el compartir con los demás.
Desde el momento que nacemos, iniciamos un sinfín de relaciones interpersonales, conectándonos con nuestros seres queridos, con nuestras amistades y el entorno social que nos va formando en la vida. Todos somos y formamos parte de una comunidad de amor y fraternidad que nos invita a la mutua cooperación y a la convivencia.
A menudo la convivencia en el hogar está afectada por las experiencias de dolor causadas por las malas relaciones interpersonales y las particularidades que nos caracteriza como seres humanos. El poder aceptarnos a nosotros mismos y a los demás así como somos nos ayudará a superar las experiencias negativas de nuestra convivencia diaria. Este tiempo de vacaciones es un tiempo especial para cultivar la amistad, sanando las relaciones rotas, desde la reflexión, meditación y la oración.
Frente al dolor y las experiencias desagradables de la vida uno pierde la sana costumbre de expresar y compartir amor, gratitud y alegría con los seres queridos.
Creo que esos momentos donde pasamos mucho tiempo dentro del hogar es una oportunidad especial para compartir lo mejor que tenemos con nuestros seres queridos. Es un tiempo para fortalecer los vínculos de amistad y expresar nuestro amor y cercanía a través de gestos concretos.
El mismo Jesús nos anima a compartir este amor entre nosotros, recordando que el mandamiento más importante en la vida cristiana es “amarnos unos a otros” con la conciencia plena de que “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15, 12-13). Viviendo en amistad y comunión podemos encontrar en el otro la presencia de un Dios que nos ama, y la certeza de que siempre estamos en comunión con El. Es un tiempo privilegiado para cultivar la amistad con Dios y con nuestros seres queridos.
Que en este tiempo de vacaciones ojalá podamos fortalecer nuestras relaciones interpersonales que seguramente será clave para llenar nuestros corazones de alegría y gozo.
Que descubramos y renovemos la presencia viva de Dios en nuestras relaciones de amistad y de familia. A disfrutar y recargarnos de energía que pronto volveremos a la rutina y a los desafíos de cada día.